Dos artículos más tarde es el momento del final. La parte más mediática y, probablemente, más interesante para la gran mayoría de lectores interesados en conocer los hechos que llenan las pantallas y, cada vez en menor medida, las portadas. Tras el potencial, el problema y los antecedentes, es el momento de acercarse al presente. La parte final de esta serie de tres artículos dedicada al “granero de Europa” y su papel como parte fundamental del conflicto entre la OTAN y la Federación de Rusia.
De nuevo, es recomendable haber leído las publicaciones anteriores relacionadas con el tema.
La victoria de Víktor Yanukóvich en 2010 supuso el inicio del gobierno de un candidato tildado de “prorruso” por parte de muchos diarios occidentales. De hecho, el expresidente Leonid Kuchma, mostró públicamente su apoyo a Yanukovich meses antes de las elecciones, anunciando que “continuará con la política de asociación estratégica con Rusia, no hay otra opción”.
El margen de victoria era estrecho. 48,49% frente al 45,92% obtenido por Yulia Timoshenko, por aquel entonces Primera Ministra de Ucrania y cabeza visible de la Revolución Naranja tras Yuschenko. Además, los datos de los comicios dejaban un país dividido en dos zonas: un oeste y norte a favor de Timoshenko y un este y sur claramente favorable a Yanukovich.
La legislatura de Yanukovich comenzó con una apuesta por una aparente neutralidad entre sus vecinos occidentales y orientales. Según afirmó en marzo de 2010, su objetivo no era otro que el de seguir una política exterior más equilibrada que la de su predecesor.
"Nuestras prioridades incluirán la integración en la Unión Europea, entablar relaciones constructivas con la Federación Rusa y desarrollar relaciones amistosas con socios estratégicos como Estados Unidos", afirmó el presidente en su primera visita oficial a Bruselas.
La segunda sería a Rusia. Allí se reunió con el expresidente Medvédev, quien abogó por "reanimar" las relaciones tras una fase de "degradación", y el actual presidente Vladimir Putin. Este último le invitó a incorporarse a la Unión Aduanera compuesta por Rusia, Bielorrusia y Kazajistán.
La injerencia rusa fue clave en el fracaso del Acuerdo con la Unión Europea
Lo anunciado marcó los primeros meses. En junio de 2010, el presidente presentó al parlamento una ley con el fin de consolidar a Ucrania como país militar no alineado. Algo que también impediría adherirse a la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), una organización político-militar con Rusia como eje central.
En relación con Moscú, en abril Rusia y Ucrania firmaron un acuerdo para extender el arrendamiento de las instalaciones navales en Crimea más allá de 2017, hasta 2042. Una posición clave para tener presencia en el Mediterráneo y Medio Oriente. A cambio, Rusia acordó una reducción del 30% en el precio del gas natural vendido a Ucrania.
Respecto a la Unión Europea, esta se encontraba en pleno proceso de acercamiento de territorios antiguamente bajo la órbita soviética como Armenia, Moldavia, Georgia y la misma Ucrania. Acerca de ello, tanto el presidente como el primer ministro ucraniano manifestaron en varias ocasiones su intención de continuar con el proceso de integración en la UE. Sin embargo, este se vería afectado tras el arresto y condena, en octubre de 2011, de la líder de la oposición, Yulia Timoshenko, tras ser acusada y condenada por abuso de poder.
Este hecho provocó una oleada de críticas a nivel interno e internacional. Según se afirmó en algunos diarios, la UE y EEUU hicieron presiones para que se revisara el caso, realizando también comunicados en contra del trato y unas motivaciones que tildaron de “políticas”. A este juicio también se sumaría Amnistía Internacional.
El mismo Yanukovich admitió que el veredicto contra Timoshenko obstaculizaría la integración ucraniana en la UE, terminando por, primero, congelar las negociaciones y, el 29 de noviembre, no firmar el Acuerdo de Asociación y Libre Comercio en la Cumbre de Vilna. Por su parte, otros países del este como Moldavia y Georgia si lo firmaron, aunque esto no significase una promesa de adhesión a la Unión.
Sobre el fracaso de las negociaciones por el acuerdo, las causas fueron múltiples, no obstante, tal y como señalaron varios líderes europeos, la injerencia y presiones rusas resultaron claves para que el acuerdo no se rubricara. De hecho, el mismo Yanukovich afirmó esta realidad: “estuve solo ante Rusia durante 3 años y medio en condiciones desiguales”.
A nivel económico, la demandas de ayudas (más de 100.000 millones) y garantías para capear la crisis fueron rechazadas por Europa. La Unión todavía sufría las consecuencias de la crisis y no se encontraba en condiciones de pagar a Ucrania por el acuerdo. Algo que, de haberse realizado, hubiera ayudado, sobre todo, a hacer frente a las represalias económicas rusas.
Acerca de ellas, varios líderes de la UE hablaron abiertamente de “chantajes” rusos. Cabe señalar que, con anterioridad, Moscú ya había emprendido acciones contra países de la Unión y la propia Ucrania, reteniendo importaciones y bloqueando el suministro de energía al país. Además, el Kremlin advirtió que, si el país seguía adelante con el acuerdo con la UE, se enfrentaría a una catástrofe financiera inevitable y “habrá caos”.
Con éxito semejante, la otra exigencia rechazada por la UE fue la de negociar el futuro de Ucrania en una mesa tripartita en la que también participara Rusia. En palabras de José Manuel Durão Barroso, entonces presidente de la Comisión Europea, “la UE no puede aceptar un poder de veto de un tercer país sobre relaciones bilaterales (…) el tiempo de las soberanías limitadas ha terminado en Europa”.
Por último, el otro obstáculo impuesto por la Unión Europea era la liberación de la ex primera ministra, Yulia Tymoshenko.
La decisión de Yanukovich no fue bien recibida por una parte de la población. Alertados por la deriva prorrusa de su presidente, miles de ucranianos ocuparon la plaza de la independencia (Maidán) con el fin de presionarle y forzar el acuerdo. Este será el origen del “Euro Maidán”, una conjunto de protestas que se tornarían violentas, provocando graves disturbios en el interior de Ucrania.
En dicha plaza, situada en Kiev, se levantaron barricadas y produjeron altercados entre manifestantes, fuerzas del orden y partidarios de Yanukovich. La opinión pública estaba muy dividida. Las protestas irán tornando en disturbios y los disturbios en una verdadera guerra a pie de calle con fallecidos, sobre todo, tras el 16 de enero, día en el que Yanukovych firmó las leyes Bondarenko-Oliynyk, también conocidas como Leyes Anti-Protesta.
A pesar de la renuncia del primer ministro, Mykola Azarov, el enfrentamiento continuó en febrero, creándose una verdadera atmósfera de guerra civil. Los muertos aumentaban a la vez que se paramilitarizaban los manifestantes. Lo que se había empezado como protesta contra la política exterior se convirtió en un movimiento anti-Yanukovich.
Finalmente, a través de mediación externa, opositores y gobierno llegaron a un acuerdo, sin embargo, tras no ser ratificado por el presidente, los opositores tomaron los centros de poder el 22 de febrero. Yanukovich, por su parte, terminó por huir del país, encontrándose en paradero desconocido durante una semana. Tras ese tiempo, aparecería en Rostov de Don, Rusia.
Tras meses de disturbios e inestabilidad, la situación de Ucrania era precaria. La economía se encontraba en la práctica bancarrota y la población estaba enfrentada, sobre todo, en las zonas tradicionalmente prorrusas. Como respuesta, EEUU y la UE prometieron ayudas “bajo las condiciones del FMI y la aplicación de reformas”.
Al este, en Rusia, el ya presidente, Vladimir Putin, calificó lo sucedido como “golpe”, condenándolo y exigiendo el cumplir lo pactado el 21 de febrero.
En Kiev, el parlamento eligió presidente interino a Olexander Tuchinov, mano derecha de Timoshenko, a la que pusieron en libertad ese mismo día. Este órgano convocó elecciones para el 25 de mayo.
Por su parte, en Crimea los problemas pronto surgieron. Tras la sucesión de manifestaciones en contra del Euro Maidán, aunque también a favor, el día 27 de febrero un grupo de hombres uniformados y armados irrumpieron en el parlamento regional de Simferopol, izando la bandera rusa en el edificio. Ese mismo día, la cámara crimea puso fin al gobierno existente, nombrando nuevo jefe del gobierno provisional al prorruso Sergei Aksionov.
Para decidir acerca de su futuro, la cámara convocó un referéndum sobre el estatus futuro de la península para el 30 de marzo, aunque fue adelantado al 16 de marzo.
Mientras, los mismos grupos armados que tomaron el parlamento fueron capturando poco a poco las bases y zonas de poder de la península. Unas operaciones desde un primer momento relacionadas con Moscú, aunque, al contrario de lo que admitirían un mes después, el propio Putin definió como “unidades de autodefensa”.
Finalmente, tras una victoria aplastante a favor de la anexión a Rusia en el referéndum, una votación rechazada por ilegítima por 100 miembros de la ONU, el 18 de marzo firmaría la anexión.
Al noreste de Crimea, en el Dombás (regiones de Donetsk y Luhansk), pocas semanas más tarde, otros grupos prorrusos fueron organizándose y ocupando los edificios gubernamentales existentes. Esto fue respondido por parte de las escasas y mal equipadas tropas ucranianas, quienes en un primer momento parecía que lograrían pacificar la situación. Sin embargo, la llegada de ayuda económica, militar y de voluntarios desde Rusia provocó el contrataque y la prolongación del conflicto.
Desde entonces, la llama de la guerra ha permanecido viva hasta la actualidad con momentos de mayor o menor intensidad. En total, en ocho años, el conflicto se ha saldado con cerca de 14.000 muertos y más de 1,5 millones de desplazados.
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