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Detrás de unas gafitas rojas hay unos ojos muy abiertos, que miran con fascinación el mundo, y debajo de esos ojos una boca que sonríe y canta. También hay unos pies bailarines y unas piernas que corren y saltan desafiando a todos los que alguna vez dijeron que no lo harían. Detrás de esas gafitas rojas está Erick derrochando alegría y vitalidad, descubriendo poco a poco lo que le rodea y enfrentándose -con el valor de los héroes de sus cuentos-, a las batallas cotidianas, a los retos del día a día.
Pero si de alguien ha aprendido a luchar el pequeño Erick es de sus padres, Ana y Karel que han dado y lo dan todo por mejorar la calidad de vida de su hijo, por ser ese trampolín desde el que Erick pueda saltar hacia un futuro autónomo. “Cuando llega un niño al mundo es tu hijo y es lo mejor que te ha pasado, pero la noticia de la lesión cerebral fue un choque, te cambia la vida” explica Ana. “En el hospital nos lo pusieron muy mal, nos dijeron que no iba a poder andar y piensas es su futuro, en que va a poder hacer que no…”. “El termino parálisis cerebral da mucho miedo, y no se me olvidará nunca aquella tarde gris en el hospital” apunta Karel.
Pero Erick no pensaba dejarse amedrentar por esa palabra que tanto miedo da, “leucomalacia periventricular”, y día a día, a base de pequeños logros, con solo cinco añitos ha alcanzado metas que parecerían impensables después de aquel primer diagnóstico. “Erick anda, se expresa bien, es muy espabilado... Al final todo está basado en un trabajo constante, es verdad que algunos días no le apetece ir a terapia, pero luego va y trabaja como el que más”. Aunque no todo es trabajo, a veces jugando es como más se aprende y en ese sentido, el hermano mayor de Erick, Karel ha sido “su mejor estímulo” comenta orgulloso Karel padre.
A base de pequeños logros, Erick ha alcanzado metas que parecerían impensables después de aquel primer diagnóstico