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La historia de un pillo
Canelo deslumbró con sus peripecias a Alcalá de Henares en el Siglo de Oro
Alcalá de Henares |

Nos trasladamos a 1636. Siglo de oro español. Cientos de jóvenes pertenecientes a clases populares debían ganarse la vida como buenamente podían. Es en este momento, cuando nace el personaje del “pícaro”, elemento que encarna gran parte del carácter patrio que incluso aún hoy perdura. Para la RAE, un pícaro sería “un personaje de baja condición, astuto, ingenioso y de malvivir […]”.

Estos individuos, solían focalizarse en las ciudades puesto que había mayores probabilidades de poder abrirse camino y encontrar su oportunidad en la vida. Alcalá de Henares, no estaba exenta de este fenómeno. Quevedo, en su obra “El Buscón” relata precisamente las peripecias de un pilluelo, el cual llegará a convertirse en estudiante de la Universidad de Alcalá.

Canelo, el pícaro complutense

Canelo era uno de los muchos pícaros presentes en nuestra ciudad. Hijo de una prostituta, conocida como la “Biensemece” -llamada así por razones evidentes- Canelo era un muchacho zascandil, el cual como buen pícaro vivía o más bien sobrevivía a base de engañar a la gente. Su radio de acción se situaba en torno a los alrededores de la Universidad, lugar de bullicio y jarana por excelencia. Canelo era muy conocido dentro del mundo nocturno de Alcalá. No había taberna o colmado en el cual no debiese dinero, ni prostíbulo que no hubiese sido asaltado por sus pasiones carnales.

Es precisamente en una noche de fiesta cuando la vida de Canelo cambia considerablemente a peor. Uno de sus muchos compinches, riñe con nuestro pícaro debido a una cuestión de faldas. Las cosas se van de madre y Canelo, acaba quitándole la vida a su compañero.

Canelo logró salvar su vida gracias a un sacerdote que creyó ver la intervención divina y detuvo su ejecución

Salvado por un milagro

Canelo rápidamente pone pies en polvorosa y huye del lugar del crimen. Sin embargo, la Santa Hermandad, una de las primeras fuerzas policiales en la historia, creada con el objetivo de mantener el orden en el mundo rural, apresa a Canelo en las afueras de Alcalá. Rápidamente, se dispone todo lo necesario para ahorcar al reo. La voz se extiende por la ciudad y prontamente todos los estudiantes, amigos y demás gentes del malvivir se dirigen al lugar de la ejecución.

Una vez allí, el verdugo conocido por todos los vecinos por su afición a la bebida, no atina a la hora de ajustar correctamente la soga al cuello de Canelo de tal manera que este, cuando cae no se rompe el cuello y queda colgado durante unos minutos todavía vivo. Debido a esto, uno de los sacerdotes mercedarios que allí estaban presenciando la ejecución creyó ver la intervención divina y comenzó a pedir a gritos que se bajase al preso.

Inmediatamente, todos los estudiantes amigos de Canelo irrumpen en la escena, atropellando a los alguaciles y ayudando a escapar al reo. De esta manera, nuestro pillo logró salvar la vida.