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"Estamos aquí para recordar la historia, y para prevenir que se repita la mayor barbarie que puede llegar a cometer el ser humano". Con premisas duras, pero cargadas de razón y conocimiento, comienza un acto emotivo en nuestra localidad, el Día de la Memoria del Holocausto, cuyo objetivo no es otro que homenajear y recordar a las víctimas del Holocausto.
Al acto han acudido el alcalde de la localidad, David Pérez, así como representantes de la Corporación Municipal, y de la Comunidad Judía de Madrid, entre otros.
Noah Klieger, superviviente de Auschwitz, presente en Alcorcón
Invitados a conocer este pedazo tan oscuro, pero importante de la Historia, han estado los alumnos del IES Jorgue Guillén y La Arboleda. Conscientes del trasfondo del evento al que han acudido, han guardado silencio, muy atentos a la historia que uno de los protagonistas de Auschwitz estaba por contarles.
Noah Klieger, superviviente del terrible campo de concentración, se ha desplazado hasta Alcorcón para contar su experiencia y acercarla a los escolares. "sobrevivir a Auschwitz es un milagro. Sobreviví allí gracias a los milagros", explica Klieger, por quien han pasado los años, pero no ha conseguido olvidar lo que sucedió en el campo alemán. "En Auschwitz ibas a morir de una forma u otra. Lo mas normal era en la cámara de gas. Niños, mujeres, discapacitados y personas mayores iban directamente a las cámaras de gas, pero no solo ellos. A los alemanes no le hacían falta tantos trabajadores y exterminaban a hombres sanos"
En Auschwitz ibas a morir de una forma u otra. Lo mas normal era en la cámara de gas
Klieger explica que Auschwitz estaba integrado por 45 subcampos, para los que se necesitaba mucha mano de obra. Sin embargo, el superviviente explica que "no necesitaban a los hombres durante mucho tiempo, solo hasta que les dejaba de hacer falta, unos dos meses". Muchos de los trabajadores morían por agotamiento porque "ya no podían más". "No sobrevivían mas de dos tres meses".
La mala y escasa comida no era suficiente. Además, trabajaban obligados más de 11 horas, siempre muy rápido. "Si no trabajabas te golpeaban, y ya lo más seguro era que no te volvieras a levantar. Enfermábamos mucho, de tifus, infecciones a las que no sobrevivías", confiesa.
Durante el acto, Klieguer, acompañado de un traductor, explica que los prisioneros eran tatuados en los antebrazos izquierdos con números. Números que indicaban la fecha en la que habían entrado en el campo. "Y eso éramos, números. Los pijamas de rayas eran nuestro uniforme y en ellos también llevábamos nuestro número grabado.
"Si sobrevivías a más de 4 o 5 meses en el campo, y un guardia de la SS miraba tu número, y comprobaba que llevabas mucho en el campo, te miraba con admiración: ¿después de todo lo que te hemos hecho y sigues vivo?
La realidad que nos muestra Klieguer continúa bajo la atenta mirada de los alumnos alcorconeros, conscientes del relato que hoy escuchan, es una historia única.