Corren malos tiempos en el País de Nunca Jamás y los vecinos de Aranjuez podrán ver a una Campanilla malherida y resentida que se halla encerrada en el farol de las obsesiones por el pasado, prisionera en una relación aparentemente imposible y destructiva con el envejecido capitán Garfio.
Mientras tanto, el adulto Pan vuela ahora del brazo de una insulsa y perecedera Wendy. Poco a poco, iremos descubriendo las miserias y pasiones de un triángulo amoroso conectado por la común imposibilidad de vivir fuera de los límites de Nunca Jamás…
Una obra galardonada con numerosos premios teatrales. El Grito de Campanilla, de Sara Sánchez, una de las dramaturgas más prometedoras del momento, comienza donde acaba la historia clásica de Peter Pan y es, sin duda, una original vuelta de tuerca al mito que todos conocemos.
Divertida, irónica, tierna, chispeante y melancólica. Una agridulce comedia poético-canalla sobre el amor, los celos, el compromiso y la pareja. Y, sobre todo, una aguda e ingeniosa reflexión sobre el miedo a crecer y el inexpugnable tic-tac del paso del tiempo.
Una obra galardonada con numerosos premios teatrales
El Grito de Campanilla parte de la famosa novela de J.M. Barrie y, a modo de comedia generacional, nos presenta la historia de los encuentros y desencuentros amorosos de tres personajes (Campanilla, Pan y Garfio) en busca de la ansiada felicidad, sus miserias, traiciones y pasiones.
Escrita como un duelo a tres bandas entre sus protagonistas, con monólogos a público y un lenguaje directo y descarnado en clave de comedia de lucha de sexos, nos habla de temas contemporáneos (los sentimientos ambivalentes de amor y odio, de deseo y dependencia, dentro de la pareja) y de motivos universales (el temor al envejecimiento y la muerte, la fantasía como refugio marginal ante las convenciones sociales, el rechazo al mundo adulto o la naturaleza trascendente del amor).
La acción se sitúa en un espacio abstracto semivacío, un extraño limbo onírico sin coordenadas espacio-tiempo claras, delimitado por cinco faroles encendidos. En él, encerrados, sobreviven como pueden los originalísimos personajes de El Grito de Campanilla, víctimas de su inmadurez y su aversión a la soledad. Explica su autora: “Los tres son las caras de una misma persona. Pan representa la inocencia, Garfio, la fuerza, y Campanilla, la vivacidad. También representan las tres fases de la vida de cualquier persona. Lo importante es que todo el mundo puede sentirse identificado con ellos. Juventud, madurez y relaciones esporádicas son algo que todos hemos vivido o viviremos en algún momento de nuestras vidas”. Un montaje imaginativo, sexy, lírico y con un ácido sentido del humor.
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