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Todas las mujeres sufrimos violencias machistas y a algunas hasta nos terminan matando por ello. Pese a los discursos negacionistas, esa es la única realidad, que hoy, 25 de noviembre, en el marco del Día Internacional Contra la Violencia de Género, se pone en el centro de la agenda política y mediática para resaltar el número de mujeres asesinadas en 2021.
En cifras oficiales, este año sumamos ya 37 víctimas mortales por violencia de género en nuestro país, pero, lo cierto es que, a veces, los datos numéricos no dejan ver lo que se esconde detrás de ellos. Y es que, para que hoy contemos por decenas a las mujeres que han sido asesinadas por violencia de género, ha tenido que darse la situación en la que 37 hombres han matado a mujeres con las que mantenían una relación de pareja o la mantuvieron en el pasado. Un total de 37 veces, solo este año, en España, un hombre cualquiera, no un monstruo ni un asesino de película, ha golpeado hasta la muerte a una mujer. Quizás la haya pegado varios tiros o dado cuchilladas. A lo mejor, la ha dejado tirada en el suelo a la vista de sus hijos e hijas menores. O no. Todas estas escenas las hemos leído alguna vez en titulares de noticias y siempre ha provocado la reacción del movimiento feminista, pero también la de sectores de la población que prefieren recordar que la violencia se ejerce también contra otras personas o colectivos, en vez de condenar los feminicidios.
Negar la violencia de género no solo es peligroso, sino que constituye una falsedad. El hecho de admitir que existe una violencia que se ejerce sistemáticamente contra la mitad de la población no implica que el resto esté exento de sufrir algún tipo de acto violento contra su persona, pero, lo cierto, es que la cultura patriarcal en la que crecemos y nos desarrollamos pone en peligro, en concreto, a las mujeres. A aquellos que tanto les escuece escucharnos decir esto, deberían entender que a quienes más pesa esta realidad es a las propias mujeres, ya que el asesinato es la consecuencia última de una vorágine violenta con la que nos enfrentamos como parte de esa cotidianeidad con la que, también, la combatimos e instamos a que se pongan en marcha políticas públicas de prevención que pongan el foco en la educación.
El 25-N, Día Internacional contra la Violencia de Género, alzamos la voz por y para todas las mujeres, por y para todas nosotras, que nos enfrentamos a múltiples formas de violencias machistas que se reproducen en los espacios públicos y privados y que sufrimos solo por el hecho de ser mujeres. Volver a casa con las llaves en la mano y el corazón acelerado es violencia contra las mujeres. Que te acosen, intimiden y acechen en la calle, en el trabajo, de fiesta o en las redes sociales es violencia contra las mujeres. Que te violen, te agredan sexualmente o ignoren tus señales, que cualquiera podría interpretar como una negativa: es violencia contra las mujeres. Que usen a tus hijos o hijas para que el daño que ejercen contra ellos sea un castigo para ti: es violencia vicaria y es violencia contra las mujeres. Invalidar nuestros testimonios y tildarnos de histéricas es violencia contra las mujeres y, por supuesto, negar la violencia de género es violencia contra las mujeres.
Nos enfrentamos a múltiples formas de violencias machistas que se reproducen en los espacios públicos y privados y que sufrimos solo por el hecho de ser mujeres
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