Los conocidos en la historia reciente de España como los llamados baby boom, es decir, los que nacieron en torno a la década de los años sesenta a consecuencia del incremento de la natalidad y en plena explosión demográfica de la posguerra, vivimos como podíamos nuestra infancia y adolescencia bajo la dictadura franquista y asistimos atónitos y esperanzados al cambio de régimen político, por otra parte, tan esperado.
Éramos felices con lo poco que teníamos e incluso con las innumerables carencias de todo tipo que padecíamos en nuestras carnes, pero siempre nos acompañaba la ilusión utópica de poder y querer cambiar el mundo a nuestro antojo.
En nuestro pequeño reducto de apertura al mundo exterior que poco a poco se instalaba en nuestra sociedad, poseíamos una serie de iconos relacionados con el arte y el cine que influían positivamente en nuestro estilo de vida marcando nuevos estereotipos sociales con una pincelada de modernidad e igualdad aún incipiente, pero que aventuraba un nuevo orden nacional que se iba apoderando de las obsoletas instituciones lentamente, en pos de lo que llegaría años más tarde, influenciados lógicamente por la apertura de la mujer al mundo laboral que hasta entonces se contaba con los dedos de una mano en nuestra geografía patria.
De puertas afuera, los nuevos cánones de belleza llegaban a través del mundillo de Hollywood en forma de filmes de nuevo corte aperturista en la que la figura y la inteligencia del género femenino comenzaba a ser un pilar fundamental en el llamado séptimo arte.
Los nuevos cánones de belleza llegaban a través del mundillo de Hollywood
Uno de los iconos de la época por excelencia fue la actriz reconocida mundialmente con el sobre nombre de «El CUERPO», que valga la redundancia se debía, a las impresionantes curvas que la madre naturaleza había regalado a la dama y que la convirtieron ipso facto en la mujer más sexy del planeta tierra.
Tras una aparición en el legendario filme apocalíptico «Hace un millón de años», vestida tan solo con un minúsculo bikini de piel hecho jirones, la impresionante hembra pasó a convertirse en una estrella de fama internacional y a ser la codiciada figura para el corazón de millones de almas del sexo masculino y por qué no también femenino, de aquel entonces.
Una hembra de carácter, que allanó la espinosa senda de la igualdad a millones de féminas de generaciones posteriores, proporcionando una visibilidad e importancia al sexo débil, hasta entonces desconocida en los estamentos sociales de la época.
Jo Raquel Tejada, conocida a posteriori con el nombre artístico de Raquel Whelch, ha pasado a mejor vida hace unas jornadas a los ochenta y dos años de edad, dejando un poco huérfanos a las generaciones que nos criamos con sus películas y quitándonos una parte de nuestra infancia y juventud, por otro lado ya irremplazable.
Nunca olvidaremos al mito erótico ni a la sex symbol, emergiendo de la pantalla de los cines de verano o de las salas de cine de corte clásico, rompiendo toda clase de clichés a los que aun en estos lares, no estábamos acostumbrados.
Como tampoco desterraremos de nuestras retinas a la mujer inocente y a la fiera salvaje de escultural figura, que regaló su cuerpo a una generación necesitada de cualquier manifestación de belleza que cayera en nuestras manos.
Que descanse en paz EL CUERPO, que descanse LA MUJER… y que nos espere muchos años.
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