Al igual que con la madre, padre no hay más que uno pues la naturaleza es tan sabia, que ya le pone remedio al dislate y aunque haya varios pretendientes haciendo cola en lance de pasión y sexo a las puertas de la cueva del éxtasis, opta por hacer criba sin atisbo de compasión y salvo raras excepciones, al final se queda de ellos con el más fuerte e invencible que acaba por ser el único progenitor del nuevo ser concebido.
En el caso de separaciones de pareja que toman caminos divergentes, a lo que estamos hoy más que acostumbrados, pues el amor dura hoy en día lo que dura el entendimiento y en otras disyuntivas en que prima la adopción o admisión de hijos engendrados en celo que otros abandonaron a su suerte por distintos motivos que no nos corresponden valorar ni poner en entredicho, lo primero que deberíamos tener tan claro como el agua cristalina es ponernos en la piel de cada vida y destino sin pretensión alguna de juzgar las decisiones de terceros, asumiendo sin traba moral o de principios obsoletos que, el auténtico padre es el que cuida, protege y se ocupa día tras día, de las necesidades básicas del que por azar del existir se quedó huérfano de la mitad de sus ascendientes, aunque sea en sentido peyorativo o figurado.
En el mundo del siglo veintiuno, donde el concepto de familia tradicional ha dado la vuelta a la tortilla y las figuras putativas son igual de transcendentales como el auténtico progenitor, nos encontramos en la disyuntiva de que una gran parte de la juventud de hoy en día, tienen, por un lado, sus antecesores biológicos y por otro distintos adultos que ejercen como tal contra viento y marea aunque no los llevaran jamás en su vientre ni para concebirlos entregaran simiente alguna.
Como ya estamos cuidados de espanto en cuanto al torbellino vertiginoso de cambios de rol que se dan en la actualidad y por ende lo que está hoy en boga es adaptarse a lo moderno sin rechistar, el día diecinueve de marzo celebramos en nuestra comunidad a todo bombo, platillo, honor y gloria, la jornada que conmemora al ser humano varón que plantó raíces entregando su aliento de vida para perpetuar la especie por los siglos de los siglos.
Gracias papá, ¡eres mi héroe!
Contra un padre no hay razón que valga un imperio y consejo de padre guárdelo el hijo con siete llaves, quien no tiene padre tiene una pena sin sanar y por contra quien tiene dos figuras paternas ejerciendo como tal, divide o multiplica los problemas. También es del todo cierto que cuando las cosas van por buen cauce, está protegido con dualidad y tanto dádivas generosas como consejos beneficiosos, por partida doble le llueven.
Para cualquier vástago que se precie de ser descendiente, el mejor legado, ejemplo e inspiración sin límites se halla presente en la figura del ser humano que sus cromosomas definen como hombre.
En el otro extremo de la balanza, lograr ser maestro para la prole es de los retos más difíciles y es un gran desafío para el que nadie nace preparado ni le dieron manual alguno de instrucciones, simplemente hay que formarse, con empeño, paciencia y sabiduría.
Por tanto, sigamos caminando al pie de la letra y démosle al César lo que es de ley celebrando este acontecimiento como el padre se merece, con respeto y gratitud ganado a pulso por ser causante masculino del palpitar del corazón que llevamos en el pecho. ¡Feliz día del padre, hombre!
Que tu fuerza nos proporcione la tranquilidad y sosiego necesarios al que en justicia como hijos tenemos todo el derecho.
Como diría un angelical niño asombrado ante la figura del ancestro paterno, cierro esta reflexión obligada, con dos cortas frases que resumen por si solas el sentimiento que desde tierna edad portamos dentro del alma abierta a la gratitud desinteresada pero cierta. Cuándo sea mayor quiero ser como tú.
Gracias papá, ¡eres mi héroe!
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