Al margen de los precios de la cesta de la compra, la subida de los combustibles o la energía y el IPC, la guerra de Ucrania, los bajos salarios, el precio abusivo de la vivienda, las ayudas del gobierno, el covid, el cambio climático, la renovación del Consejo General del Poder Judicial, los impuestos, el panorama político que tenemos o el que nos espera a bote pronto y en el aspecto «socialité», los entresijos de la isla de las tentaciones, firs dates, supervivientes, masterchef, la ruleta de la suerte, el hormiguero, pasapalabra o sin ir más lejos, el culebrón de Rociito y Ortega Cano, la separación de Shakira y Piqué, la reina Isabel II junto a la coronación de Carlos III el orejas y la reina consorte Camila de Cornualles (que no veáis como le pega el apellido) o un poquito mas transcendental y reciente las astas de antílope negro impuestas a Tamara Falcó…
No hay nada tan rimbombante y de lo que más se hable en los corrillos de la calle así como en las paradas de los transportes urbanos o en cafeterías y bares, como el impactante notición, que la sonda Dart ha logrado desviar la trayectoria de un asteroide ubicado a unos once millones de kilómetros de la tierra aseverando así el poder que tiene hoy la raza humana, sobre el universo que nos rodea.
Pues bien, todo lo escrito hasta ahora en este articulo de opinión no es más que papel de borrajas, es mentira cochina, una patraña y una trola como una casa, ya que la verdad es que, siendo honrados, veraces y sin entrar en la engañosa manipulación, hemos de aceptar a pie juntillas la realidad frustrante que a todos los niveles de esta sociedad, se da en el día a día.
¡HOY, EN LA CALLE NO SE HABLA. ¡EN LA CALLE NO SE HABLA!
¡HOY, EN LA CALLE NO SE HABLA. ¡EN LA CALLE NO SE HABLA!
No se habla en el transporte, no se habla en el supermercado ni en los centros comerciales, no se habla, casi, casi ni en los bares. Todo el mundo va con su móvil, ebook o tablet y sus auriculares, ensimismado en sus historias y si intentas hablar con alguien, el contrario se queda tan extrañado, que la sensación que te da (cuando tu intención solamente era socializar, comunicar y conversar), es de que te miran como si estuvieras mal de la cabeza y necesitaras tratamiento o recientemente hubieras salido de un hospital psiquiátrico.
El «no me molestes mosquito, me la pela lo que me digas o aquel otro más recurrente, del aparta que me agobias», en estas sociedades tan modernas y educadas, lo llevamos impuesto a fuego en la sangre. De seguro que nos enriquecería y más nos valdría para curtirnos intelectualmente, una sesión de parloteo con un desconocido, que catorce videos de Facebook, Instagram o la nueva serie del Neflix, que nos mantienen pegados a la pantallas infernales, en nuestro tiempo de asueto.
Silencio. ¡En la calle no se habla! Las nuevas tecnologías nos han sorbido a todos el cerebro, incluido al que escribe este articulo de opinión que más bien parece, un absurdo panfleto en contra de lo establecido por unos y lo asumido por otros.
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