Más allá del típico cocido madrileño, nuestra región es rica en platos tradicionales que no te puedes perder, aquí te dejo una selección de algunos de los mejores restaurantes en los que disfrutarás estas delicias como siempre se han comido o con una vuelta "de autor".
Garbanzos, verduras, carne, chorizo, morcilla... El cocido madrileño es uno de esos platos que todos hemos probado y que no sabe igual en una casa que en otra, pero si quieres uno tradicional, tradicional, no puedes dejar de ir a Lhardy o a Malacatín.
En Lhardy (Carrera de San Jerónimo, 8), abierto desde 1839, dicen que lo degustó Manolete y es tradicional que se sirve solo en dos vuelcos.
En Malacatín los vuelcos son tres, aunque puedes pedirlo todo junto. El lema de este pequeño restaurante, abierto desde 1895 era: "el que se lo acaba no paga".
Aunque también puedes salir de la capital para degustar el cocido madrileño, en San Lorenzo de El Escorial y en Alcalá de Henares puedes disfrutar de una interesante visita turística antes de ponerte morado de garbanzos. En San Lorenzo el más reputado es el restaurante El Charolés (Calle Floridablanca, 24) y en Alcalá puedes decantarte, por ejemplo, entre la Taberna San Isidro, si eres más de "tasca", el Restaurante Goya, que lo ofrece todos los jueves, o en la Hostería del Estudiante, para darte un pequeño paseo por la historia en uno de los primeros Paradores.
Y sin abandonar los platos de cuchara con el más típico sabor madrileño, nos paramos en los callos. Un plato de casquería, con un punto picante y casi tantos adeptos como detractores, ¿te atreves?
Los de la Taberna San Mamés (Bravo Murillo, 88) son de los más típicos. Pese a estar abierta desde 1913 no esperes encontrarte un local viejuno, pues está totalmente renovado, eso sí, con la estética de principios del siglo XX, con sus paredes alicatadas, sus manteles blancos y sus sillas de madera.
Casquería y Alta cocina van de la mano en La Tasquería, un local con Estrella Michelín en el que podrás disfrutar de una reinterpretación de los callos a la madrileña que guarda su fondo tradicional.
Tapas y bocadillos, los bares de Madrid te dan lo mejor
Por supuesto, EL bocadillo de El Brillante: calamares a la romana y bien de aceitito, en un pan super crujiente. Hay quien lo adereza con mayonesa, pero lo cierto es que el típico bocata de Atocha no necesita acompañamiento. Ahora, con casi 100 años de historia, lo puedes encontrar también en los centros comerciales de Nassica y Xanadú.
Las patatas más típicas de la capital, con su salsita, son un clásico, pero son muchos los bares y restaurantes que se disputan el puesto para vender las mejores. Las del bar Docamar (Calle Alcalá, 337) las hacen desde hace más de 60 años y tienen un tamaño grande, una cocción perfecta y una salsa secreta: todo lo necesario para estar entre las más reputadas.
Pero lo bueno de las patatas bravas es que dan para muchas "reinvenciones", como las de Maison Mélie (Génova, 11), donde las ponen con forma de caramelo, envueltas en masa filo con un interior de puré de patata y un núcleo de salsa brava.
Sin duda, lo mejor de las patatas bravas es ir probándolas en cada uno de los bares de nuestra región, porque aparte de la capital, los municipios madrileños también hacen sus propias versiones de este clásico.
Otro de esos platos que se ha hecho mítico gracias a un restaurante, en este caso Casa Lucio (Cava Baja, 35), que hace poco era homenajeado por el Ayuntamiento, y cuyos huevos estrellados han triunfado a lo largo y ancho de nuestro país.
Otro plato de esos que tiene algunos detractores, un toque de picante y mucha tradición. Los caracoles a la madrileña van acompañados de su choricito, su jamón y una buena salsa en la que pringar el pan.
Sin duda uno de los bares más tradicionales en los que degustar una buena tapa de caracoles es Casa Amadeo (Plaza del Cascorro, 18), donde hace casi 90 años llenan su barra con esta delicia, aunque también te los puedes pedir para llevar.
Pero lo bueno de Madrid es que te puedes encontrar gente y platos de todas partes. Los caracoles no podían ser una excepción, andaluces como los de Las Piedras (Carlos Martín Álvarez, 34) o catalanes como los de Casa Jorge, los sabores cambian, pero la base es la misma.
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