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La Comunidad de Madrid evalúa la salud de los mayores de 70 años para determinar si presentan deterioro funcional y hacer un seguimiento de su estado que permita desarrollar un plan de cuidados personalizados a través de la red pública de salud. La valoración se realiza mediante pruebas específicas que se llevan a cabo en los centros de Atención Primaria. En 2022, este cribado alcanzó a cerca de 330.000 personas, el 37% de la población total de esa franja de edad, un porcentaje muy superior al de 2021, cuando se analizó al 20,9% de los mayores.
Por un lado, se establece si el mayor necesita ayuda para realizar actividades cotidianas como comer, desplazarse, vestirse o cuidar el aseo personal. Se utiliza el denominado Índice de Barthel para determinar si el paciente presenta algún grado de deterioro funcional.
Este programa también se enfoca a la detección precoz de la fragilidad, es decir, de situaciones de debilidad y riesgo de caída en personas independientes o con dependencia escasa. Para ello, se mide la velocidad de la marcha, el equilibrio o la capacidad para levantarse de una silla.
La inclusión de los pacientes en el programa se realiza aprovechando que acuden a la consulta de Enfermería del centro de salud
El proyecto se enmarca en el Servicio de Atención a la Persona Mayor con Fragilidad o Deterioro Funcional implantado en la red Primaria en 2018. Está en la misma línea de trabajo del Plan de Atención Integral a la Fragilidad y Promoción de la Promoción de la Longevidad Saludable en personas mayores de la Comunidad de Madrid 2022-2025.
La inclusión de los pacientes en el programa se realiza, con carácter general, aprovechando que acuden a la consulta de Enfermería del centro de salud, con el apoyo de otros profesionales como médicos de familia o fisioterapeutas, principalmente.
El seguimiento en las consultas se acompaña, en casos de personas dependencia grave o inmovilizadas, de contactos telefónicos mensuales y atención domiciliaria periódica. Se trata, en definitiva, de poner el foco en la necesidad de que la salud de las personas mayores se mida en términos de función y no de enfermedad, ya que es lo que determina la expectativa y la calidad de vida.
Este proceso también ayuda a los sanitarios a personalizar, en función del resultado de las pruebas y tras hacer una valoración geriátrica integral, los planes asistenciales que hay que aplicar al paciente. En este sentido, en muchos casos las intervenciones más adecuadas se basan en promover una alimentación saludable y en la realización de ejercicio físico adaptado.
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