La Red de carreteras de España tiene más de 680.000 kilómetros, por toda Europa hay más de dos millones y se estima que hay alrededor de 64 millones de kilómetros de carreteras construidos por todo el mundo.
Toneladas de betún, brea, arena y gravilla se utilizan al día por todo el mundo para que la movilidad sea mucho más eficaz, pero, ¿podemos conseguir que, además, sea más eficiente?
Las carreteras sostenibles e inteligentes ya son objeto de estudio e investigación recurrente en muchas empresas de ingeniería civil y construcción. El objetivo es sustituir el asfalto, el cual es un elemento pasivo de estas infraestructuras, por materiales que cumplan otras funciones además de conectar con casi infinitos puntos del mapa.
El betún es el elemento principal empleado en las carreteras. Se trata de un producto derivado del petróleo y se utiliza en enormes cantidades para la elaboración de asfalto por sus características como la alta resistencia al peso, la impermeabilidad y la adherencia. Solo en Europa, se producen al año más de 10.000 millones de toneladas de betún, de las cuales alrededor del 90 % se destina a la construcción de carreteras.
No todos los asfaltos tienen los mismos componentes, pueden variar en algunos materiales, pero los elementos que lo componen, a pesar de sus variaciones, son no renovables. Por eso, en muchos estudios de investigación, el principal objetivo es encontrar materiales que puedan sustituir o reducir la cantidad usada de estos materiales, por ejemplo, del uso del betún. La alternativa consiste en materiales que, con las mismas características de resistencia, adhesión e impermeabilidad, sean, además, más sostenibles. Ya hay abiertas líneas de investigación que apuntan al diseño de bioasfaltos, también llamados carreteras verdes. Estos consisten, según un estudio del Centro Nacional de Investigaciones Científicas de la Universidad de Nantes en Francia, en el empleo de subproductos de microalgas del género Scenedesmus.
En España ya existen más de 1.200 kilómetros de bioasfalto construido
Efectivamente. De hecho, en España, ya existen más de 1.200 kilómetros de bioasfalto construido. Las microalgas aportan mucha elasticidad, lo que mejora la resistencia de las carreteras en cuanto a durabilidad y seguridad, ya que previene la fisuración y el desgaste. Además, el color negro es mucho más intenso, por lo que se diferencia mejor de las líneas y dibujos blancos.
Más allá de elementos renovables para la fabricación de carreteras sostenibles, están los proyectos que incluyen paneles solares en las carreteras. Ese es el verdadero futuro, que el asfalto pase de ser un elemento pasivo y podamos sacar provecho de él. Una carretera dotada de paneles solares surtiría de energía a los vehículos – eléctricos – que circulen por ella (recarga dinámica) o incluso estando estacionados (recarga estática).
El mayor inconveniente de esta tecnología es, sin duda, el elevadísimo coste que supone su diseño e implementación. Por el momento, ya existen empresas que están poniendo en marcha este tipo de proyectos en carriles bici, que, aunque se trata de una pequeña muestra, están dando valiosos resultados y animando a abrir nuevas líneas de investigación que ayuden a encontrar la respuesta a cómo hacer de nuestro sistema de carreteras, un sistema sostenible, renovable e innovador.
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