El pasado día 6 de octubre, los hoyos del gran campo de golf Open de Madrid amanecían recubiertos de cemento. Esa noche, el grupo ecologista Extinction Rebellion llevó a cabo este boicot, que reivindicó a través de su cuenta de Twitter. En su cuenta, los ecologistas denunciaban el enorme gasto de agua que supone mantener los campos donde practica el famoso deporte de los putter y los hierros.
¿Debe estar la economía por encima del cuidado del medio ambiente? ¿Los intereses individuales deben prevalecer sobre los colectivos?
El peso del negocio del golf en España es innegable: en 2016, según un estudio de Golf Business Partner, el deporte generaba 11.000 puestos de trabajo y movía más de 53 millones de euros en inversiones. Sin embargo, debemos regresar de nuevo a la pregunta que parece retumbar sin cesar en las paredes del acantilado que supone la actual crisis ambiental: ¿debe estar la economía por encima del cuidado del medio ambiente? ¿Los intereses individuales deben prevalecer sobre los colectivos? Un punto de vista más conservador con el statu quo actual nos lleva a pensar en soluciones que tienen que ver con la innovación y la tecnología: la regeneración de agua puede ser perfeccionada para reducir el consumo, y sin duda los campos de golf actuales tienen un impacto medioambiental mucho menor que hace medio siglo.
Pero la tecnología y la innovación, por el momento, no nos salvan del agotamiento actual de los recursos (solo hay que ver el aumento de los combustibles fósiles desde los años 90) y, por otro lado, los campos de golf no solo suponen un gasto de recursos hidrológicos y energéticos, sino una restricción al acceso a la naturaleza al que todos los ciudadanos tienen derecho. En nuestra comunidad es paradigmático el caso del campo de golf construido en El Encín, próximo a Alcalá de Henares: una modificación puntual del Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) en 2011 permitió la privatización de 80 hectáreas de terreno hasta entonces considerado "de interés agrícola".
Si bien el Tribunal Supremo tumbó esta operación, el Tribunal Superior de Justicia de Madrid terminó por avalar la construcción del campo de Golf de El Encín. Durante algunos años, la existencia de este campo de golf y su posible reconversión en un espacio de carácter público han sido fruto de discusión y discordia entre los distintos grupos municipales. Pero, entre moción y ruido continuo, el campo de El Encín continúa funcionando, sin que nadie haya preguntado a los alcalaínos su opinión al respecto.
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Si para construir una central nuclear o un vertedero los dirigentes públicos actúan con cautela y suelen realizar sondeos o consultas a la población, ¿por qué no hacerlo con la construcción de campos de golf? Puede parecer una idea radical, pero al final la usurpación del espacio natural para el aprovechamiento y disfrute de unos pocos atenta contra el artículo 45 de nuestra Constitución, que, desde luego, no ha sido elaborada por activistas extremistas de GreenPeace. Frente a la inmensidad de los verdes campos de golf, yo me quedo con la extravagancia de las estatuas y los monigotes de los campos de mini-golf: es un deporte mas humilde, más simpático y, sobre todo, más sostenible.