¿Acaso no es doloroso cuando confías en algo y te abofetea dándole razón a lo que se suponían que eran barbaridades?
Se puede entender el no querer salir antes del sol o seguir entre sueños en la cama, pero quién va a entender una lucha constante durante cinco ciclos, ni el coliseo era tan aberrante; al enemigo enfrente portando blancas líneas en verdor con el aliado recitando las palabras para todos y ninguno, luego vienen esos ecos que aúllan por doquier quienes tienen parecido con las sirenas, pues hundir el barco es mejor que soportarlas.
No es, pues tortura arcaica soportar tales encuentros y obligar a uno a estar bien, si no es cobardía cuando ya el cuerpo grita parar y tales señores del circo sacan lágrimas como quien toca fuego y se quema.
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