La Comunidad de Madrid dedica una exposición monográfica a la obra de Juan Muñoz en la década de los 80. Por un lado, “En la hora violeta” conmemora el 70º aniversario del nacimiento de este creador, suponiendo una continuación de la muestra que todavía puede visitarse en la Sala Alcalá 31 de la capital. Por otro lado, “Todo lo que veo me sobrevivirá”, que aborda su producción en los años 90, podrá visitarse en el Museo Centro de Arte Dos de Mayo (CA2M) hasta el próximo 7 de enero, con entrada gratuita.
Muñoz es el artista español con mayor notoriedad internacional en las últimas décadas, con una trayectoria fulgurante desde su primera exposición, en 1984, hasta su prematuro fallecimiento a los 48 años. El título “En la hora violeta” es el verso 220 de “La tierra baldía” de T. S. Eliot, uno de sus poemas favoritos: “La hora de la tarde que conduce al hogar, y devuelve a casa al marinero”.
“En la hora violeta”, recupera muchos de sus primeros trabajos en los que, aún con algún titubeo propio de un artista emergente, la reflexión conceptual y la exigencia técnica de estas obras tempranas ya está a un altísimo nivel. Su primera exposición individual se celebró en la galería Fernando Vijande de Madrid, en el año 1984. Un proyecto que se reconstruye parcialmente en el atrio del Museo Centro de Arte Dos de Mayo (CA2M).
Aunque no fue un éxito de ventas, sí lo fue para la crítica. De la mano de la comisaria María de Corral, en 1987 realiza en el CAPC de Burdeos, su primera monográfica en un museo. Es justo en este momento, y gracias al apoyo de grandes comisarios del norte de Europa como Rudy Fuchs, Jan Hoet o Chris Dercon, que la trayectoria de Juan Muñoz adquiere un peso internacional muy consistente. Sin embargo, en España, su primera exposición institucional no llegó hasta 1996.
Muñoz es el artista español con mayor notoriedad internacional en las últimas décadas
El trabajo de Muñoz en los 80 estuvo marcado por una triple intención: recuperar la figura humana para la estatuaria desde una plástica no expresionista; experimentar con el repertorio emocional y plantear una reflexión sobre las posibilidades teatrales de la instalación. La complejidad de su mirada arranca con su interés por los minaretes, atalayas, balcones y otras arquitecturas concebidas para la mirada elevada del poder, pero también para la proyección de la voz.
Su interés por la especulación narrativa se despliega en toda una serie de trabajos centrados en lo siniestro cotidiano, desde sus amenazantes pasamanos descontextualizados hasta los llamados ‘Raincoat’ (dibujos de gabardina), que representan, en blanco sobre fondo negro, espacios domésticos y vistas de interiores de gran frialdad.
La muestra culmina con varias de las obras maestras que consolidaron su fama, especialmente las instalaciones de suelos ópticos, en los que la teatralidad sirve para tensionar la reacción física y psicológica de los visitantes, como “The Waste Land”, “Souffleur” o “Arti et Amicitiae”; recuperada, por primera vez, desde su instalación en 1988.
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