La depresión es un trastorno frecuente en todo el mundo, que afecta a un 3,8 % de la población, lo que supone que aproximadamente 280 millones de personas sufren depresión en el mundo. Puede convertirse en un problema serio de salud mental que conlleva gran sufrimiento para la persona y su entorno, con importante afectación de la vida laboral, social, escolar o familiar. La depresión es la principal causa de discapacidad e incide significativamente en las tasas de morbilidad y mortalidad. En los casos más graves aumentan el riesgo de suicidio significativamente.
Con frecuencia, cuando hablamos de depresión nos centramos en la población adulta, pero ¿qué ocurre con la infancia y la adolescencia?, ¿sufren depresión o es que la edad es caprichosa? A menudo, pensamos que nuestros niños, niñas y adolescentes no pueden sufrir este tipo de trastorno, salvo que pasen por procesos traumáticos, ya que tendemos a pensar, desde la visión de adulto, que no tienen problemas, no tienen por qué preocuparse, su vida resulta fácil. Pero lo cierto es que los trastornos depresivos pueden darse a cualquier edad.
En este caso, tenemos la depresión anaclítica y hospitalismo. En ambos casos se da en niños privados de la madre durante varios meses. Se da retraso del desarrollo psicológico, intelectual y motor, además de otra sintomatología característica en cada caso.
Con frecuencia, cuando hablamos de depresión nos centramos en la población adulta, pero ¿qué ocurre con la infancia y la adolescencia?
Los síntomas más frecuentes son los corporales (dolores, náuseas, dermatitis, etc.), la tristeza, el llanto y la irritabilidad. Tienden al aislamiento social de manera progresiva. Suelen tener pesadillas, terrores nocturnos e insomnio. Puede producirse una pérdida de adquisiciones previas (vuelven a no controlar el pis o la caca, retrocesos cognitivos). Durante el juego aparecen temas negativos como el fracaso, la muerte, el dolor y la destrucción.
Suele ser el profesorado quien lo detecta. Se caracteriza por estado de ánimo disfórico (con predominio de la irritabilidad sobre la tristeza), pensamientos sobre la culpa, el abandono o suicidio. Pueden llevar conductas autolesivas y suicidas, disminución del rendimiento académico, cambios conductuales, agresividad, búsqueda de atención y refuerzo positivo por parte del adulto y mayor alteración motora (se muestra más torpe, agitado)
Las tasas de depresión en adolescentes se están incrementando, sobre todo entre las mujeres. Los síntomas son más parecidos a los de la depresión en adultos; pero, en estas edades, las alteraciones de conducta y comportamiento antisocial son más frecuentes.
Los síntomas más frecuentes son:
En resumen, nuestra infancia y adolescencia también sufre y puede padecer depresión, con las graves implicaciones que ello supone para su desarrollo personal, social, familiar y/o escolar. Por este motivo, los adultos debemos tomar conciencia y, ante la sospecha de que nuestro hijo o hija puede estar pasando por un proceso depresivo, debemos pedir ayuda profesional.
Bárbara Martín Villagrasa
Psicóloga Sanitaria
Col. M-21593
Prácticas en Psicoeduk
Miriam Sánchez-Hermosilla Villarejo
Psicóloga Directora Psicoeduk
Col. M-24966
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