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El hecho de poner el foco en una supuesta necesidad de enseñar a las niñas a ‘hacerse respetar’ es un concepto que hunde sus raíces en la cultura machista. Es similar a ese discurso de ‘hacerse valer’ que se les dice a las adolescentes para se encarguen de preservarse sexualmente. “Si se lo das todo ahora, se va a aburrir en dos días”, se les dice a las chicas, como si tuviésemos que reafirmarnos como objetos de consumo masculino, que adquieren más valor cuanto menos usados están.

Nadie y, por supuesto, esto incluye a todas las mujeres, debe esforzarse en actuar o comportarse de determinada manera para que otros respeten su integridad. No hay que enseñar a las niñas a ‘hacerse respetar’ o ‘hacerse valer’. El esfuerzo hay que volcarle en enseñar a los niños, a los adolescentes y a los hombres a respetar a las mujeres porque hacer lo contrario es ir en contra de los derechos humanos.

Una educación en igualdad debe servir para que las mujeres nos empoderemos, para generar redes de apoyo, sororidad, y protección, a nivel social, pero, también, institucional. Necesitamos políticas públicas que nos ofrezcan respaldo. La educación en igualdad pasa por fomentar nuestra emancipación, crecimiento personal y autonomía, pero nunca por aprender a ‘hacernos respetar’ ante un hombre, como si asumiésemos con ello, de nuevo, que la responsabilidad, la culpa y la carga de lo que nos pase por ser mujeres en una sociedad machista es nuestra.

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