Hace apenas unos días se celebró la 94º edición de Premios Óscars, una edición llena de películas maravillosas entre las que estaba West Side Story nominada, entre otros galardones, a Mejor Película de 2021. Un largometraje emocionante, sentimental, intenso y con un final desgarrador. Una película que había visto hace unos meses y que en su día me pareció tan buena que no me sorprendió su nominación.
Recuerdo el día que fui a verla. Mi madre me ofreció ir al cine con ella y unas amigas, y no sabía bien qué hacer. A pesar de su insistencia, no estaba segura de que me fuera a gustar un remake de una película tan antigua. Me había pasado otras veces, clásicos que los mayores recuerdan como imprescindibles me habían dejado indiferente. Unas veces no entendía los temas, otras veces me parecían tan de otra época que me costaba sentirme identificada con los personajes. Al final accedí, con dudas, y no me arrepentí. Salí del cine impactada. Recuerdo quedarme comentando cada escena con mi madre hasta las tantas de la noche. El musical de Spielberg entró enseguida en mi lista de películas favoritas y supongo que de muchas personas más.
Creo que pocos pensaban que una película basada en otra tan antigua podría llegar a tener tanto éxito, pero la realidad es que West Side Story ha triunfado en todo tipo de públicos, en taquilla y ante la crítica. Prueba de ello es su nominación al Óscar y, a pesar de no haber logrado la estatuilla, estoy convencida de que se ha hecho un lugar en el corazón de cada una de las personas que han acudido al cine a verla.
A pesar de que tanto la música, el vestuario la puesta en escena y el montaje de West Side Story son maravillosos, creo que casi todos coincidirán conmigo en que cuando la película llega a su fin, si te preguntan qué es lo que remarcarías de ella, la respuesta sigue centrándose en la potencia de los problemas a los que se tienen que enfrentarse los protagonistas: machismo, homofobia, violencia entre jóvenes, racismo y amores prohibidos. Problemas de los años 60 en Estados Unidos, pero problemas también del año 2022 en España.
Clásicos que los mayores recuerdan como imprescindibles me habían dejado indiferente
De todos ellos vemos noticias, debates, manifestaciones, titulares, series y artículos de opinión todos los días. 60 años después siguen presentes en nuestra sociedad, siguen sin ser superados.
De todos ellos, uno siempre me ha parecido especialmente grave e incomprensible: “Venganza entre bandas latinas provocan alarma en Madrid” o “Machetes, bandas y muertes en Madrid” son algunos de los titulares que brillaban presentes en los periódicos de estas últimas semanas. Parece que de un tiempo a esta parte han aumentado los problemas de ataques por parte de bandas que no quiero ni nombrar. Bandas que solo en Madrid suman más de 400 integrantes y los 2.500 seguidores. Niños y jóvenes de entre 11 y 25 años, se unen a estas bandas animados por la difusión de ideas racistas y violentas en YouTube y TikTok.
Bandas callejeras que se dedican a acabar con la vida de sus rivales a puñaladas. Sí, como en la película de hace 60 años. Bandas que han provocado muertes de menores, amputaciones, heridas graves, peleas y temor a salir a la calle en los barrios más humildes donde campan a sus anchas. Jóvenes en su mayoría ya nacidos en España (como estadounidenses eran ya muchos protagonistas de WSS) que se matan entre ellos porque alguien una vez les dijo que tenían un enemigo. Que odian porque necesitan odiar a alguien, culparles de sus problemas, por ser descendientes de uno u otro lugar, por el color de piel o el acento. Jóvenes que para sentirse seguros necesitan un grupo que les proteja, aunque eso les haga convertirse en quien no son.
Me llamó la atención en West Side Story, que realmente no sabes de qué parte ponerte, no hay malos, no hay buenos, cada uno tiene su parte de razón empatizas con todos y con ninguno, les odias y les entiendes a partes iguales. Todos tienen su yo bueno, con la gente a la que quieren, su novia, su familia, sus amigos y parecen sin duda buenas personas. Hasta que se juntan con la banda, adoptan su identidad postiza y, como si fuera una camiseta, se la ponen y se trasforman. Y de repente te das cuenta que el sentimiento de rechazo, de no pertenecer a ningún sitio, la búsqueda de un lugar, el miedo a no ser aceptado puede hacer que, la persona más inocente, se convierta en un sangriento asesino, simplemente para conseguir apoyo del grupo, un lugar, un status, popularidad. Supongo que el hecho de que estas personas cuando salen del grupo, no se comporten como esos asesinos que son, hace que sea difícil ayudarles. Sus padres no lo ven, sus amigos no lo ven, en el colegio no lo ven, porque no son la misma persona. Sí, como pasaba en la película de hace 60 años. Y 60 años después, la sociedad sigue sin saber resolverlo.