Lo cortés no quita lo valiente y en esta vida hay que vestirse por los pies.
Si comenzamos la casa por el tejado o por lugar equivocado, es posible que a las primeras de cambio, todo acabe derrumbado.
Existe una gran virtud que hoy parece no estar de moda. Unos le llaman honor, otros honestidad y los menos reputación.
¡Vistámonos por los pies y nunca por la cabeza!
Nos dará honra y distinción, pues de sobra es sabido que no hay peor mal en el humano que indignidad y deshonor.
Hagamos de la decencia la senda de nuestra existencia y del respeto y la tolerancia hacia los demás nuestra meta o destino a cumplir sin reservas.
Avaricia o envidia, no son buenos compañeros de viaje, incluso ni siquiera para nuestra propia persona, pues destruyen al individuo creando zozobra en el corazón, revirtiendo ira y frustración acumuladas, al congénere sin culpa.
Ataviados a modo de coraza, con las dádivas generosas de empatía, asertividad y respeto, viviremos más felices y cualquiera dirá de nosotros que somos seres íntegros y enteros.
Procuremos no faltar jamás a nuestra palabra sin necesidad de rúbrica alguna y armémonos de perdón y humildad.
Al igual que nacemos libres y desnudos de virtudes o vilezas morales, a lo largo de la vida, debemos esculpir sobre el alma ciertos valores fundamentales, que nos hagan crecer como humanos, dejando a las generaciones futuras, muestras indelebles de la grandiosidad de la raza.
Para dejar legado o impronta de crueldad e injusticia, ya tenemos historia escrita a raudales, más bibliografía y filmografía a espuertas.
Tu historia de vida como persona, es la suma de tus valores y ellos… ¡definen claramente quien eres!
Date un respiro y sé generoso. Muéstrate y regálalo al resto.
Tus acciones en el presente fijan irremisiblemente, tu destino y sus consecuencias.
Existe una gran virtud que hoy parece no estar de moda. Unos le llaman honor, otros honestidad y los menos reputación.
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