Hay hitos del desarrollo que debemos de tratar con empatía y especial cuidado, ya que implican habilidades y adquisición de prerrequisitos, y conllevan un impacto en el desarrollo y emociones de los niños.
Podemos definirlos como las destrezas y conductas que deben ser observadas en los niños dependiendo de la edad en la que se encuentren. Estos hitos del desarrollo marcan los indicadores en los que nos basamos tanto profesionales como familias para hacer un seguimiento óptimo del crecimiento del niño. Se trata de indicadores generales, es decir, solo debemos tomarlos como guía, ya que cada niño es diferente, lleva su ritmo, y hay que respetarlo.
Uno de los ámbitos que actualmente preocupa a las familias, es el que tiene que ver con el abandono del pañal y el comienzo del uso del inodoro. En general, este complejo proceso, llamado control de esfínteres, se suele dar entre el año y medio y los 3 años, adquiriendo en primer lugar la continencia fecal y, posteriormente, la urinaria.
Sin embargo, este proceso se puede alargar, ya que existen múltiples factores que nos pueden indicar que el niño aún no está preparado para este cambio. Podemos intuir que el niño está preparado si se cumplen estos requisitos:
- Reconoce las señales de una vejiga o un recto llenos y es capaz de retener unos instantes.
- Es capaz de mantenerse seco durante más de 2 horas.
- Entiende la función del inodoro o el orinal, y tiene interés en usarlos.
- Camina solo, es capaz de sentarse y tiene un buen control postural.
- Es capaz de seguir instrucciones sencillas.
Además de tener en cuenta los aspectos anteriores, durante este proceso se pueden observar conductas en el niño como: pedir el pañal para hacer caca, esconderse, rechazar, sentarse en el inodoro o negarse a ser limpiado, entre otras. Esto nos puede llevar a suponer un problema muy común llamado Trastorno Funcional de la Defecación (TFD).
El adjetivo “funcional” se debe a que se trata de un problema que no tiene una causa fisiológica o anatómica precisa, pero que se manifiesta con síntomas de estreñimiento o incontinencia.
Hay hitos del desarrollo que debemos de tratar con empatía y especial cuidado
Si observamos estreñimiento, primero debemos asegurarnos de que el tránsito intestinal del niño esté normalizado y que existe un buen funcionamiento a nivel orgánico. Para ello es recomendable acudir a un gastroenterólogo que valore y pueda ofrecernos ciertas recomendaciones, como puede ser la implementación de más fibra y líquidos en la alimentación, además de establecer una rutina para ir al baño o prescribir el uso de laxantes o enemas, si fuese necesario.
Se ha demostrado que la conducta es parcialmente responsable del desarrollo y/o mantenimiento de los TFD, ya que estos niños suelen realizar una retención voluntaria de las heces para evitar posibles dolores al defecar o evitar el uso del inodoro fuera de casa. Además, suelen rechazar seguir las recomendaciones médicas citadas anteriormente y muestran un gran miedo a la defecación y al cuarto de baño.
Estas conductas asociadas al TFD deben ser analizadas por distintos profesionales para obtener varios puntos de vista sobre el dolor, el funcionamiento digestivo, el ámbito psico-emocional y el procesamiento sensorial.
En este último ámbito es donde la Terapia Ocupacional interviene, ya que existen estudios en los que se han podido asociar estas conductas de rechazo y evitación a una hiper respuesta sensorial, es decir, a un problema en el procesamiento sensorial del niño.
Desde la Terapia Ocupacional, realizamos una intervención holística, teniendo en cuenta la vida diaria del niño y estableciendo una relación de confianza con la familia. Se trabaja desde el enfoque de la Integración Sensorial, valorando e interviniendo sobre la reactividad sensorial, la toma de consciencia de las ganas de ir al baño (interocepción), proporcionando estrategias para usar en casa y facilitando un acercamiento progresivo al cuarto de baño cuando existe rechazo. Todo este proceso se realiza siempre mediante la principal ocupación de un niño: el juego.
Debemos tener en cuenta que la consecución de la continencia y la independencia en la higiene, son actividades significativas de la vida diaria de una persona, por lo que, el mal establecimiento de este hito del desarrollo puede tener un importante impacto en la participación social y en la calidad de vida de la persona.