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Ana Obregón compra un bebé y mercantiliza con el cuerpo de una mujer, que se convierte en un mero instrumento para gestar esa nueva vida. Quizás es este último punto el que provoca una fácil oleada de rechazo generalizado en la sociedad, pero ¿qué ocurre cuando no existe un recién nacido de por medio? ¿Qué ocurre cuando lo único que se compra es el cuerpo y la voluntad de las mujeres? El escándalo, la protesta y la condena quedan relegados a ciertos sectores de la sociedad, mientras la mayoría se divide entre las dudas y la tendencia a mirar hacia otro lado e, incluso, a justificar que un hombre pueda acceder al cuerpo de una mujer para tener sexo con ella siempre que le apetezca y tenga dinero para pagarlo.

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