Hoy en día no podemos imaginar nuestra vida sin las nuevas tecnologías (televisión, tablet, ordenadores, móviles, etc.), nos facilitan la rutina, la comunicación y también el trabajo en muchos ámbitos profesionales. En la infancia, se han empezado a incluir en el ámbito de la educación y cada vez están más presentes en el hogar y en el ocio de las familias.
La facilidad de acceso, las posibilidades que ofrecen y la inmediatez de respuestas que nos proporcionan, son factores que han contribuido a este incremento.
Pero, lamentablemente, no es oro todo lo que reluce. Se están generando potenciales adicciones y las nuevas tecnologías merecen una atención especial.
Estamos viendo en edades tempranas, que la sobrexposición a estas tecnologías puede afectar al buen desarrollo de los niños.
Debemos tener en cuenta que, de 0 a 6 años, el cerebro está en su pleno potencial con la mayor plasticidad neuronal, al igual que su cuerpo. Las tecnologías pueden tener un impacto negativo y condicionar las conexiones y autoregulación.
Este es el periodo de máximo desarrollo de la corteza prefrontal, que es la encargada de algunas funciones esenciales que nos diferencian de los animales: empatía, atención, pensamiento lógico o control de impulsos, entre otras. Se puede decir que esta etapa va a construir la base cognitiva, sensorial y física con la que el niño va a enfrentarse al mundo.
Algunas de las alteraciones que se han relacionado con un uso abusivo de las pantallas en estas edades son:
• Dificultades en la tolerancia a la frustración y capacidad de espera.
• Falta de autocontrol y aumento de la impulsividad
• Problemas de atención y memoria
• Déficit en el desarrollo de habilidades sociales
• Pobre desarrollo de destrezas manipulativas y habilidades motoras
• Retraso en el desarrollo del lenguaje
• Disminución de la calidad del sueño
• Sedentarismo (asociado a problemas de obesidad y bajo tono muscular)
• Posibles problemas oculares
• Autonomía tardía en las actividades básicas de la vida diaria
Como es lógico estos problemas no se ven de forma instantánea, es a lo largo de su vida donde se van evidenciando.
Las pantallas ponen el cerebro del niño en un “modo avión” a nivel emocional
En consulta nos estamos encontrando con niños, adolescentes y adultos; con una gran necesidad de inmediatez, escasa tolerancia a la frustración y dificultades para la resolución de problemas del día a día y en sus relaciones sociales. También se puede manifestar con poca comunicación e interacción en casa, entorno escolar o trabajo, con un estilo de vida sedentario o, en ocasiones, con comportamientos agresivos y disruptivos que derivan de la falta de entrenamiento en la gestión de sus emociones.
Hoy en día, el uso de las pantallas en edades tan tempranas es justificado y aprobado por la sociedad como un “instrumento de tranquilidad” para los adultos, incluso es utilizado como recurso de control emocional ante rabietas o malos comportamientos de los más pequeños.
Desde la psicología, este uso no es recomendable, ya que las pantallas ponen el cerebro del niño en un “modo avión” a nivel emocional. Esto quiere decir que, en medio de una rabieta, las pantallas funcionan como bloqueo para esas emociones, haciendo que el niño deje de llorar o gritar; pero no permitiendo que experimente dichas emociones ni las controlarle, lo que provocará que esa situación se repita constantemente.
Por todo esto es necesario implantar límites de tiempo en su consumo. En los menores de 3 años se aconseja evitar esta exposición, y en edades entre los 3 y 7 años limitarlas a como máximo 1 hora al día, asegurándonos de la calidad de la programación que visualicen y si puede ser siempre acompañados de un adulto que pueda ayudarles a entender lo que ven.
Vivir ajenos a las pantallas es algo muy poco probable de conseguir en el mundo digital en el que vivimos, pero sí podemos darles el lugar sano que pueden ocupar en nuestro día a día, usándolas cómo método de unión (ver una película juntos, videollamadas con la familia, búsqueda de planes para hacer en internet, etc.), y evitar que se conviertan en una forma de aislamiento y uso individual.
Desde el ámbito familiar, educativo y social, podemos intervenir para prevenir la aparición de consecuencias y conductas negativas. Las familias no deben perder la oportunidad de conocer cuales son las actividades que sus hijos realizan, para poder orientarles sobre ello, supervisar y ayudar a regular el uso que hacen.
Lo más importante es entender que en esta etapa los niños necesitan conocerse a ellos mismos, empezar a identificar sus emociones, y sobre todo necesitan tiempo para interactuar con sus personas de referencia y con lugares que les permitan experimentar nuevos retos a nivel físico, sensorial y cognitivo; esto es lo que realmente les permitirá un desarrollo pleno, seguro y funcional.
El ser humano necesita emocionarse para aprender, y la emoción solo la obtenemos con la experiencia.
Miriam Sánchez-Hermosilla Villarejo
Psicóloga Directora Psicoeduk
Col. M-24966
Cristina Sierra Ortega
Terapeuta Ocupacional
Col. CAM0222
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