Si se observa cierto grado de sangrado al cepillado, algo no está bien en nuestras encías, y esto es un signo clave sobre el que debemos actuar. Además, el paciente suele acudir a consulta por el enrojecimiento de las encías, la exposición de la raíz (“sensación de diente más largo”) e, incluso, por el dolor. Hablamos, por tanto, de enfermedades periodontales cuando nos referimos a todas aquellas alteraciones que afectan a los tejidos de sujeción y protección del diente: encía, ligamentos, hueso, etc.
La enfermedad periodontal es una condición patológica común, pero prevenible. Según los últimos estudios epidemiológicos elaborados por la Sociedad Española de Periodoncia y Osteointegración (SEPA); en nuestro país, 8 millones de adultos, uno de cada 3, presenta alguna forma de esta enfermedad, ya que existen diferentes manifestaciones. A nivel mundial, 750 millones de personas presentan una enfermedad periodontal severa.
El diagnóstico de dicha patología la realiza el odontólogo mediante una exploración de las encías, diente por diente, con una sonda calibrada. De esta forma, y tras una serie de registros radiográficos, se puede valorar la sujeción individual de cada pieza dentaria. Y, clínicamente, diferenciar entre una gingivitis o una periodontitis.
La gingivitis es la más común de las enfermedades periodontales, pero, también, la menos grave. Está causada por el acúmulo de placa (biofilm), una infección bacteriana, aunque puede tener otros desencadenantes como ocurre con ciertos medicamentos y algunas enfermedades sistémicas (diabetes, por ejemplo). Es reversible, y no hay que dejar que progrese. Sus signos característicos son, normalmente, inflamación, enrojecimiento y sangrado, sin pérdida ósea, ni pérdida de inserción.
La enfermedad periodontal es una condición patológica común, pero prevenible
Cuando la gingivitis no es tratada, y se perpetúa en el tiempo, puede desencadenar una periodontitis. La cronicidad de la infección se extiende a los tejidos de soporte ocasionando la pérdida de hueso (irreversible). Este hecho lleva a la movilidad o pérdida de los dientes, así como a la propensión de diversas afecciones en el organismo (enfermedades cardiovasculares, entre otras).
Existe, además, suficiente evidencia científica como para asegurar que el tabaco se asocia con un riesgo de hasta 7 veces mayor de sufrir enfermedad periodontal. El consumo de alcohol, también, aumenta este riesgo (40%). E, inclusive, algunos procesos sistémicos como la diabetes, la obesidad o el estrés, están asociados.
¿Y con los implantes dentales ocurre lo mismo? Sí, existen las llamadas enfermedades periimplantarias, mucositis y periimplantitis; similares a las mencionadas anteriormente, pero con otros parámetros para su diagnóstico y resolución.
Las visitas periódicas a la consulta y la higiene bucal son el punto de partida para solventar estos problemas. El tratamiento de las enfermedades periodontales versa en una limpieza profesional en el caso de una gingivitis; o más exhaustiva cuando debemos incidir, manualmente, bajo la encía o sobre la raíz en la periodontitis. Bajo criterio clínico, los tratamientos pueden verse acompañados de antisépticos o antibióticos en los casos más graves. Así, podremos eliminar la enfermedad y, en otros casos, controlarla.