La pandemia del covid-19 ha dejado bastantes secuelas. Una de ellas, ya demostrada por la Facultad de Enfermería e Innovación Sanitaria de la Universidad Estatal de Arizona (Estados Unidos), es la alteración en los patrones del sueño: insomnio, cambios de horario, falta de descanso nocturno..,. son algunos de los síntomas más comunes.
En dicha investigación, los expertos mostraron especial interés en conocer los detalles de cómo afectó esta pandemia en el sueño de las personas, sobre todo al tener que enfrentarse a diferentes situaciones que suponían un reto hasta el momento, como la alteración de su estilo de vida y el confinamiento. Para averiguarlo, también realizaron una investigación cuantitativa a través de encuestas donde descubrieron que había algunos patrones que predominaban: el sueño retrasado, sueño perdido, sueño fragmentado, sueño oportunista, desregulado y angustiado. Predominando el sueño retrasado.
Pero, ¿cuál es la causa de esta alteración? A parte de los cambios en la duración del sueño, los investigadores ligaron este síntoma al cambio en las horas de irse a la cama o dormirse. La gente se acotaba más tarde, dormía más siestas y tenía pesadillas durante su descanso.
El sueño es una parte esencial de la vida, al igual que el aire, el agua y los alimentos.
En la misma línea, otro de los aspectos que comprobaron los expertos era que muchas personas tenían el sueño fragmentado y perdido. Ligado también al retraso en las horas de acostarse, estas personas dedicaban poco tiempo al descanso nocturno, por lo que el sueño era más restringido, escaso y de mala calidad, un patrón que predominaba en las mujeres.
Suma y sigue, otro de los patrones más comunes era el oportunista del sueño, aquellas personas que restringían al máximo sus horas de descanso durante la pandemia, pero que, una vez finalizó la misma, intentaron recuperar este tiempo durmiendo más y superando la media de descanso establecida. Y, aunque parece que esta recuperación del sueño podría parecer positivo, lo cierto es que alteraron sus rutonas, sus horarios, algo que afectó a su estado emocional.
El último perfil que detectaron era el patrón del sueño alterado y desregulado, uno menos común, y que se daba por un incremento de las pesadillas y de las siestas. Además, con estos hábitos agravaban los síntomas del insomnio.
Uno de los líderes de la investigación, Megan Petrov, explicaba en un comunicado que "el sueño es una parte esencial de la vida, al igual que el aire, el agua y los alimentos. La salud y el funcionamiento se ven comprometidos cuando la calidad del aire que se respira, el agua que se bebe y los alimentos que se ingieren son deficientes. Lo mismo ocurre si tu sueño es de mala calidad y la cantidad insuficiente".
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