“Malcriadas que aspiran a llegar solas y borrachas”, “desprovistas de responsabilidades hasta de sus peores decisiones” y que “abochornan a la mayoría de las mujeres que trabajamos cada día”. La presidenta de la Comunidad de Madrid terminaba esta última frase con un “para levantar España” y ponía en el blanco de la diana a las mujeres que denuncian las violencias machistas, porque eso es lo que expresamos cuando verbalizamos ese cántico que tanto escuece: Sola o borracha quiero llegar a casa.
Nadie, ni siquiera Isabel Díaz Ayuso, puede ver, realmente, en esas palabras una invitación al consumo de alcohol. Lejos de todo eso, las mujeres visibilizamos una realidad a la que nos enfrentamos todas, por mucho que haya quien se empeñe en negarlo. Las calles son menos seguras para nosotras y decirlo sin complejos ni colectiviza ni victimiza, sino que pone de manifiesto la necesidad de avanzar en políticas que combatan todas las violencias contra las mujeres y, más concretamente, en este caso, las violencias sexuales. Somos mujeres y queremos llegar a casa a salvo y tranquilas, sin que ningún hombre nos agreda sexualmente. Me gustaría cambiar ‘queremos por ‘podemos’ en esta última frase, pero lo cierto es que intervenciones como las que escuchamos desde las instituciones constantemente contribuyen a que esto no sea posible. Es más, no solo ridiculizan o banalizan el hecho de que las mujeres seguimos siendo intimidadas, abusadas y violadas en las calles, sino que despiertan el manido discurso que pone el peso de la responsabilidad sobre nosotras cuando esto ocurre.
Cuando hablamos de violencia, no hay más responsabilidad que la del agresor. No importa que hayamos decidido ir solas a las 3 de la madrugada y atajando por un parque, que hayamos bebido o que hayamos consumido cualquier otra sustancia, a sabiendas o no. No hay culpa ni malas decisiones cuando el hecho de ser una mujer te hace peligrar cuando caminas por la calle. Tenemos que poder hablar o intimar con un hombre con la certeza de poder decidir cuándo queremos parar o hasta donde llegar. Tenemos que poder decidir si bebemos o no por lo que nos apetezca en ese momento y no por miedo a que abusen de nosotras si lo hacemos. Tenemos que poder guardar el móvil o las llaves en el bolso cuando regresamos solas a casa sin temor a vernos indefensas si un hombre nos persigue o acosa. Tenemos que poder ser libres, pero de verdad, sin correr el riesgo de ser violadas y agredidas sexualmente por ser mujeres y con la certeza de que nadie va a poner en tela de juicio nuestro testimonio por haber estado demasiado alegres después, por haber salido el fin de semana siguiente y haber recorrido la misma calle, por haber tomado una copa o por haber decidido volver en el coche del chico al que conociste esa misma noche.
No somos responsables de ningún acto que no consintamos sean cuales sean nuestras circunstancias. Así que, sí, por responsabilidad, seguiremos diciendo que solas o borrachas también queremos llegar casa. Lo irresponsable sería no hacerlo.
No somos responsables de ningún acto que no consintamos sean cuales sean nuestras circunstancias
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