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Los Goya siempre nos dejan discursos para el recuerdo, momentos estelares que se caracterizan, a menudo, por el cariz reivindicativo de su contenido. Eso sí, cuando hay ‘patinazos’ es importante señalarlos para mirarlos con el ojo crítico que nos gusta activar en Filtro Violeta. No sé si a vosotras también os pasó, pero, cuando Telmo Irureta agradecía su premio a Mejor Actor Revelación todas mis alarmas comenzaron a sonar por encima de los aplausos y vítores que recibía el galardonado por sus declaraciones.
La dirección que tomaban las palabras del protagonista de 'La consagración de la primavera' anunciaban lo que después ha ocurrido, pues ha acabado justificando la prostitución de las mujeres, la mercantilización de nuestros cuerpos como objetos de consumo masculino en casos “como el suyo”, en los que, tal como él mismo ha comentado a medios de comunicación, ligar o llegar a tener una relación sexual con alguien puede llegar a ser complicado porque su cuerpo escapa de la normatividad. Hasta tal punto es innegable que el actor cosifica a las mujeres con su discurso que ha llegado a plantear que, a veces, tiene que “conformarse” con la mujer por la que paga, aunque, quizás, no le guste tanto como otras, cuyos cuerpos no accede a comprar.
Poner de manifiesto la gravedad de este tipo de discursos no debería ser un escándalo y, por supuesto, nadie debería pensar que se está negando la sexualidad a personas con discapacidad o diversidad funcional. Se trata de garantizar una igualdad real y plena en derechos para todas y todos, partiendo de la base de que tener sexo no es un derecho y no es plausible instrumentalizar a las mujeres en base a esta creencia machista que, sin importar cómo se vista, no deja de perpetuar las raíces más rancias del sistema patriarcal.
La mercantilización de los cuerpos de las mujeres como objetos de consumo masculino nunca es justificable
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