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Praga
Praga podría ser el escenario de cualquier cuento de hadas ambientado en un tiempo muy lejano. La capital de la República Checa ofrece atractivos suficientes como para considerarse el corazón de Europa.
Ciudad Vieja
Los principales encantos de Praga se concentran en la Ciudad Vieja. El bullicio de la ciudad se concentra en su plaza que alberga uno de los reclamos más atractivos de la capital checa: el Reloj Astronómico. La esfera inferior de la Torre del Reloj representa los meses del año mediante pinturas realizadas por Mánes. Además de sus ornamentos, llama poderosamente la atención que su función no es la de dar la hora sino representar las órbitas del Sol y la Luna.
Si nos perdemos por sus callejuelas empedradas, nos topamos con otro de los tesoros de Praga como es la Torre de Pólvora. Su estructura ennegrecida, nos da la bienvenida a la Ciudad Vieja. Su nombre se lo debe a que, durante la Edad Media, almacenaba este potente explosivo. Actualmente, podemos visitarla y disfrutar de unas magníficas vistas.
Antes de finalizar el recorrido, no podemos perdernos el Puente de Carlos o el Clementinum.
En las alturas
En la zona alta de Praga, nos encontramos con la mayor fortaleza medieval del mundo. Se trata del Castillo de Praga. La visita por sus estancias y recovecos nos llevará horas pero merecerá pena. Tras su construcción el castillo sirvió como residencia de los Reyes de Bohemia. Desde 1918, sirve para alojar a los presidentes del país.
La Ciudad Nueva y el Barrio Judío
Si por algo se caracteriza la Ciudad Nueva de Praga es por haber sido el escenario de muchas de los acontecimientos que han cambiado el rumbo del país. Es el caso de la Revolución del Terciopelo. La Plaza Wenceslao fue el epicentro de una revolución que derivaría en la caída del comunismo en 1989. El valor histórico que emana bien merece nuestro tiempo.
Un paseo por el singular mercado de flores Bloemenmarkt, a orillas del Singel, donde encontrarás todo tipo de plantas y alguna que otra tienda antigua con aromas de ultramar
Amsterdam
El vanguardismo tiene nombre propio: Ámsterdam. Con su peculiar ritmo de vida y su espíritu trasgresor, la capital holandesa ofrece una experiencia turística completamente distinta a todo aquello que hayas experimentado hasta la fecha. Si bien no es una ciudad que destaque por sus monumentos, su espíritu es único. Todo aderezado con sus canales, su verdadera seña de identidad.
No puedes perderte…
Un paseo por el singular mercado de flores Bloemenmarkt, a orillas del Singel, donde encontrarás todo tipo de plantas y alguna que otra tienda antigua con aromas de ultramar que trajo la Compañía de las Indias Orientales como pimienta, canela o nuez moscada.
Visitar el popular barrio Rojo es otra de las actividades imprescindibles durante nuestra estancia en Ámsterdam. Ubicado en el centro histórico, el barrio es famoso por su vida nocturna, lleno de coffee shops, sex shops, luces rojas y escaparates en los que las prostitutas ofrecen sus servicios. También puedes visitar Oude Kerk, la primera iglesia de la ciudad y Warmostraat, la primera calle de Ámsterdam. Una buena opción para visitar el barrio es reservar una visita con guía o aprovechar una de las ofertas que incluye la vista al barrio y un paseo en barco.
Tampoco podemos dejar de disfrutar de las terrazas de la plaza Dam o de la apuesta cultural que nos ofrece el Museo Van Gogh, la Casa de Anna Frank o el barrio de Jordaan.
Las joyas de zurich
Zurich tiene esa belleza incontestable fruto de la mezcla entre las vistas a los Alpes, su lago y las joyas arquitectónicas que alberga. Una de las más sobresalientes es la iglesia protestante de Grossmünster, cuyas torres representan uno de los emblemas de la ciudad y que en su momento estuvieron coronadas por unos campanarios de madera que se consumieron en el incendio de 1781, reemplazándose por dos puntas neogóticas. Su interior, de corte austero, alberga una cripta donde se sitúa una estatua de Carlomagno con una corona de oro.
Además de su apariencia, Grossmünster representa uno de los pasajes más importantes en la historia del país helvético. Fue en este edificio donde el pastor Huldrych Zingli, en el siglo XVI, declaró la separación de su iglesia respecto del papado. Otra de las edificaciones con más renombre de la capital suiza es la Ópera. Fue construida en 1891 por el estudio vienés Fellhner & Helmer, y desde entonces ha sido el referente suizo para ópera, ballet y operetas. Paseos con encanto Otro de los placeres que nos brinda Zurich es el contraste entre naturaleza y el ambiente más cosmopolita. Podremos disfrutar de las mejores vistas de la ciudad con los lejanos Alpes de fondo desde la cima de Üetliberg.
Para los más urbanos, la calles Bahnhofstrasse y el barrio de Lindenhof representan una amplia oferta comercial y de cafeterías dignas de ser visitadas.
Galway, espíritu bohemio
Galway más allá de la ya mítica canción de Ed Sheeran, es un pintoresco pueblo costero donde la música y el buen ambiente invitan al turista a disfrutar la vida. Bajo la tradición gaélica que esconden sus construcciones, Galway se inunda de un espíritu bohemio que se respira en cada uno de los centenares de pubs que acoge.
Lo mejor de Galway se encuentra concentrado en la zona peatonal que va desde el antiguo puerto y el Spanish Arch hasta la Eyre Square, la conocida como Shop Street. Unos metros más adelante, la catedral protestante de San Nicolás y el Lynch Castle, donde nos encontraremos restos de las murallas normandas en el Museo Municipal de Galway.
Tesoros naturales
A 70 kilómetros de Galway encontramos una de las atracciones naturales más impresionantes de la geografía irlandesa: Acantilados de Moher. Se trata de un espectacular acantilado de 5 millas de largo y que se eleva a casi 700 metros sobre el nivel del mar. Puede divisarse desde lo alto del propio acantilado o en barco. De esta forma se pueden apreciar muchos más detalles.
Otro de los tesoros naturales que esconde Irlanda es Connemara. Esta región es famosa por la belleza de su lago y el Parque Natural que lleva su nombre donde los ponis y los ciervos rojos irlandeses vagan libremente.
Para poner el broche a un viaje de ensueño, la Abadía de Kylemore es una buena opción. Es una de las construcciones más llamativas de Connemara. Este palacio de mediados del siglo XIX se alza frente al Parque Nacional y está ubicado junto a un largo. Una estampa idílica para concluir un viaje de ensueño.