Fue en 2018 cuando se confirmó una ligera presencia del Aedes japonicus en el norte España. Actualmente, el Centro Europeo para la Prevención y el Control de las Enfermedades (ECDC) confirma la presencia del mosquito invasor de origen asiático en Asturias y Cantabria.
El Aedes japonicus es nativo de Corea del Sur, Japón, Taiwán, Sureste de China y Rusia, pero se ha ido expandiendo a nuevas áreas geográficas desde la década de 1990. Comúnmente conocido como mosquito japonés, tiene manchas blancas en las patas y llama la atención porque pica y vuela de día, cuando lo habitual es que los mosquitos lo hagan al amanecer y al atardecer. Sus climas predilectos son los que cuentan con humedad y frío.
Es mucho menos problemático que el mosquito tigre con el que lidiamos en la península, o que la reciente mosca negra. La alerta proviene de su capacidad de transmitir enfermedades como el virus del Nilo Occidental y otros virus como dengue o chikungunya. Pese a que Sanidad elaboró una evaluación del riesgo en la que aseguraba que el peligro de que contagie la fiebre del Nilo occidental, el dengue, o el chikungunya es "muy bajo", anunciaba que hay que controlarlo.
El hallazgo en España se produjo a través de Mosquito Alert, una plataforma de ciencia ciudadana coordinada por diferentes centros de investigación públicos. Las primeras investigaciones apuntan al comercio de neumáticos y a que su movilidad no es fulminante, pero sí puede ser rápida entre regiones con climas propicios.
En la última actualización del ECDC se aprecia la expansión e incidencia del Aedes Japonicus. El mosquito japonés está ya instalado en Asturias y se expande por la Cornisa Cantábrica:
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Como informa Medlineplus, el virus del Nilo Occidental es una enfermedad infecciosa que apareció por primera vez en los Estados Unidos en 1999. Mosquitos infectados diseminaron el virus que la causa. Las personas que contraen el virus no suelen tener síntomas o presentan síntomas leves. Los síntomas incluyen fiebre, dolor de cabeza, dolores de cuerpo, erupción cutánea o ganglios linfáticos inflamados.
Sin embargo, si el virus entra al cerebro puede ser mortal. Puede causar una inflamación del cerebro llamada encefalitis o inflamación del tejido que rodea el cerebro y la médula espinal, llamada meningitis. Un examen físico, su historia clínica y pruebas de laboratorio se utilizan para diagnosticarlo.
Las personas mayores y aquellos con sistemas inmunitarios débiles están en mayor riesgo. No existen vacunas o tratamientos específicos para la enfermedad en humanos. La mejor manera de evitarlo es prevenir las picaduras.