En la clínica dental, muchos pacientes me comentan que comer ciertos alimentos supone un verdadero suplicio, incluso tomar una bocanada de aire fresco. El dolor que manifiestan es agudo, “como un calambre”, que tiende a desaparecer una vez cesa el estímulo causante.
La sensibilidad dental es un problema frecuente en la población adulta, que afecta a hombres y mujeres de mediana edad. Se trata de un síntoma que no debe pasarse por alto, ya que puede ser el preámbulo de otras patologías. Este dolor manifiesto es de corta duración, y está causado por estímulos térmicos, químicos o táctiles, que inciden en una dentina expuesta por pérdida de protección (esmalte-cemento, encía...).
la exposición prolongada de ácidos en la cavidad bucal, acaba por erosionar los dientes
La enfermedad periodontal, así como un cepillado traumático, el empleo de pastas abrasivas, o el consumo de bebidas y comidas ácidas, tienen mucho que ver en la aparición de esta patología.
Está demostrado que el cepillarse con fuerza los dientes, es decir, teniendo una mala técnica de higiene oral, destruye el tejido dental y periodontal. Del mismo modo, la exposición prolongada de ácidos en la cavidad bucal, acaba por erosionar los dientes (reflujo gástrico, bulimia, ingesta de bebidas azucaradas, vinagre, cítricos...).
Para poder corregir este problema, debemos ponernos en manos de un profesional. Tras el diagnóstico, se podrá analizar las causas que han provocado esta sensibilidad y cómo puede ser tratada. Se trabajará de forma preventiva, en colaboración con el paciente, corrigiendo pequeños hábitos dietéticos y de cepillado. Se instruirá, además, en el uso de pastas desensibilizantes y colutorios fluorados. El odontólogo, por su parte, atendiendo a la evidencia clínica, podrá aplicar barnices de flúor, adhesivos, biomateriales e, incluso, realizar endodoncias o cirugías mucogingivales para paliar estas molestias.