Mientras los discursos de nuestros políticos siguen copándose de relatos esperanzadores sobre cómo hemos sorteado la crisis, la vida real sigue desmontando esa teoría. Seguimos sin mejorar la crítica cifra de parados que aspiran a conseguir un empleo cada vez más precario. Una disyuntiva que no tiene visos de acabar, al menos, durante este 2017.
Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), se prevé un aumento en el número de desempleados globales de 3.400.000 personas, con lo que a cifra mundial de parados superará los 201 millones. Un panorama que no alienta demasiado al optimismo.
La OIT achaca este continuo aumento del desempleo a la debilidad del crecimiento en 2016 y a las flojas perspectivas para 2017. La organización también alerta en su informe que, en los países desarrollados, ha aumentado el paro estructural y de larga duración.
Una vez conocida la casuística, ¿cómo podría revertirse la situación? Partiendo de la base de que ninguna fórmula asegura el éxito, la OIT señala que proveer de “estímulos fiscales”-inversiones- se podría reducir el desempleo previsto en 700.000 personas para 2017 y 1.900.000 para el próximo año.
Previsiones poco halagüeñas en materia de empleo donde el reto no es solo generar nuevos puestos, sino mejorar la calidad de los nuevos contratos, aún por lo general, precarios.