Beatriz Carracedo
Con las elecciones del 26J recién horneadas, y ante un resultado que ha sorprendido a más de uno y que, de nuevo, deja muchas incógnitas acerca del futuro gobierno para nuestro país, no puedo más que darle vueltas al perfil del votante español. Visto lo visto, una no sabe qué pensar.
A los votantes de Partido Popular, esos que le han dado un 33% de los votos, colocando al partido, una vez más, en el primer puesto del ranking, no les ha pesado la sede pagada en B, lo de Bárcenas, lo de destruir discos duros, lo de Rato, lo de Acuamed, lo del Alcalde de Granada, lo de Soria y Panamá, lo de Granados y la Púnica, lo del PP de Valencia, lo de las grabaciones del Ministro del Interior, y han vuelto a dar su confianza al candidato menos carismático que recuerdo en la historia de nuestra democracia. En lugar de perder apoyos por los nuevos escándalos surgidos desde el 20 D, el PP obtiene 14 escaños más.
A los votantes del Partido Socialista Obrero Español, esos que cada vez son menos pero que siguen resistiendo, esos que a pesar de obtener el peor resultado de su historia, han conseguido colocar al PSOE en segunda posición con 85 escaños, esos a los que no les ha pesado (¿o sí?) el pacto con Ciudadanos, a esos que tampoco les importan los ERE’s, esos que ya parecen haber olvidado el pacto con el PP para cambiar la Constitución, esos que ya no ganan ni en Andalucía.
A los votantes de Podemos e Izquierda Unida, esa coalición llena de ilusión y que se ha quedado a un millón de votos de diferencia con el 20 D, esos que no les han apoyado porque han pensado que es mejor lo que tenemos que lo que podría venir, a esos que enarbolaban una sonrisa que se ha tornado en mueca de decepción, a esos que aspiran a un cambio que nunca llega. A esos que rozaban el ‘sorpasso’ y se han dado uno de los batacazos de la jornada.
A todos ellos, gracias. Porque sea lo que sea lo que ha guiado a cada uno de los votantes, cada una de sus papeletas es igual de válida y, respetando las reglas del juego, el resultado es el que es. Todos ellos han ejercido su derecho al voto y han conformado a través de las urnas un nuevo parlamento.
Habrá que ver si esta vez ellos, los elegidos, son capaces de llegar a un acuerdo, si de aquí a unas semanas podemos por fin decir que tenemos un presidente del gobierno. Porque este país necesita que se hable de lo que pasa aquí y no a miles de kilómetros, al otro lado del Atlántico. Necesita que alguien tome las riendas, que se lleven a cabo medidas, que se pongan a trabajar para lo que han sido elegidos.
Supongo que la vergüenza les hará tomárselo más en serio esta vez, porque no creo que nadie esté dispuesto a llegar a unas terceras elecciones en apenas un año. ¿O sí?