En estos años que llevo como concejal cada vez veo un mayor malestar entre los vecinos que se traduce en un aumento de quejas en las redes sociales. Muchas de estas quejas vienen precedidas por sus correspondientes avisos en el buzón virtual del Ayuntamiento, sin su correspondiente respuesta lo cual motiva aún más la queja pública. Pero otras se producen por mera impotencia del que sufre el problema y quiere compartir su malestar ignorando que puede haber una solución.
Este aumento de quejas ha provocado dos consecuencias: un efecto contagio entre la gente que está igual de asqueada y que considera que la difusión pública de su malestar compartido con más vecinos le va a producir un bienestar o quizá una solución de manera indirecta; y un segundo efecto entre la gente que evidencia que el número de quejas empieza a cansar por ser repetitivo y porque consideran que no es la forma correcta de buscar la solución. Quizá, en el fondo, ambos argumentos pueden ser igual de ciertos argumentados de cierta manera, pero lo único que se consigue es enfrentar a unos vecinos con otros por temas que no dependen de ellos directamente.
Además, las redes sociales no se caracterizan por ser una imagen real de nuestra sociedad, no hay más que ver muchos de los perfiles que se quejan o los que critican las quejas. Ese anonimato que dan las redes hace que la gente pierda esa educación y respeto que se mantendría en un cara a cara fomentando la crispación de la que tanto nos quejamos de los políticos. Por no decir, que las quejas por escrito no se entienden de la misma manera que dichas en persona.
He tratado de mejorar la política que a mí me parecía perjudicial y dañina para convertirla en algo más cercana y fácil
Antes de meterme en política no usaba las redes sociales, me metí para estar más informado, para poder contactar con más gente, para poder informar a los vecinos, en definitiva para estar más cerca de los ciudadanos. Nunca he sido una persona de queja fácil y si algo no me ha gustado he hecho lo necesario para intentar solucionarlo y corregirlo y esa forma de ser es la que me llevó a dar el paso a la política. He tratado de mejorar la política que a mí me parecía perjudicial y dañina para convertirla en algo más cercana y fácil a los vecinos y en esa tarea sigo.
Con esto quiero decir que si algo no es de nuestro agrado y creemos que puede mejorar, debemos pensar qué podemos aportar para que se produzca el cambio. No debemos esperar a que venga alguien y lo solucione o a que mediante las quejas se produzca el milagro. No podemos esperar un cambio si seguimos haciendo lo mismo. Tirando de refranero español “El que quiera peces que se moje el culo”. Creo que ha llegado la hora de movilizarse, de dejar de usar la boca para quejarse y empezar a usar las manos para trabajar por ese cambio. El sofá de casa no debe ser nuestro punto de partida para conseguir el giro en la política municipal. Si muchos empezamos a tomar la calle seguro que pronto podremos tener un mejor Humanes de Madrid. Es el momento, es hora de moverse.
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