Un año después seguimos tratando de curar las heridas del odio. Cataluña fue el 17 de agosto de 2017 el escenario de una barbarie sin sentido, de un odio indiscriminado. 16 personas perdieron la vida por la sinrazón de quienes entienden el miedo como una forma de infundir ‘respeto’, de imponer sus creencias, utilizando algo tan etéreo como la religión.
La fe mueve montañas, pero no debería hacerlo más que la propia vida. Hoy dedicamos nuestros pensamientos a rendir homenaje a quienes padecieron los estragos del terrorismo, pero, sobre todo, homenajeamos la vida, el perdón y la tolerancia.
En la memoria
Todos recordamos a la perfección donde estábamos ese día. Fue un momento que no olvidaré jamás. Recuerdo una tarde aparentemente tranquila de agosto en la redacción. Una tranquilidad que se desvaneció cuando la furgoneta entró en La Rambla y las imágenes comenzaron a agolparse en los medios de comunicación. Nos bombardearon con videos, rumores y conjeturas. La expectación era máxima entre quienes compartíamos las ganas de informar y de entender qué había provocado que algo así sucediera. Las horas no nos dieron una respuesta. No la hay.
Transcurridos 365 días seguimos sin encontrarla. Solo podemos aspirar a no olvidar, apartar los sentimientos de venganza y demostrar que, frente al odio, siempre encontrarán nuestros deseos de paz.