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Los olvidados del Día de los Difuntos
Los 60 fallecidos por covid no reclamados por nadie, descansan en Carabanchel
Madrid |

Tras el final del Puente de Todos Los Santos, muchos han sido los madrileños que se han acercado a los cementerios, dónde descansan sus seres más queridos, en las que varias de las defunciones fueron ocasionadas por las terribles consecuencias de la covid-19 en la Comunidad de Madrid.

Pero aún así, alrededor de 60 cuerpos no han sido reclamados por nadie tras su defunción, descansando así en los pabellones de caridad del Cementerio Sur-Carabanchel, tras haberles realizado un entierro social.

Tras el paso por las morgues improvisados por el exceso de mortalidad, la Consejería de Justicia les concedió el entierro social, citado anteriormente, que se lleva a la práctica cuando nadie se hace cargo del tratamiento de los restos de un difunto o por el contrario no pueden costearlo. La concesión del nicho es por tiempo de diez años, suponiendo un gasto de 1.250 euros por tumba.

Entre los más de 10.000 fallecidos por la pandemia en la Comunidad de Madrid, hay 60 fallecidos que no han sido reclamados por nadie

El perfil de los olvidados, corresponde a mayores en residencias sin contacto con sus familiares o migrantes sin lazos familiares o allegados en España. Además, según el Ayuntamiento de Madrid, un total de 62 ancianos fallecieron solos en sus domicilios entre el 11 de marzo y el 11 de mayo.

En España, se estima que dos millones de personas mayores de 65 años viven solas, más del 70% corresponden a mujeres. El relato de sanitarios, como el de Julia Serrada, enfermera del Hospital Puerta de Hierro, nos ayudan a entender la magnitud de la situación: “Son pacientes que ingresan solos y que cuando les preguntas por un contacto de emergencia no te dicen a nadie. Nadie les va a visitar o les acompaña”.

Julia continuaba lamentándose, apuntando que "con el coronavirus ya no hay tiempo ni seguridad para estar con un paciente por gusto, para preguntarle cómo está, para curar también con palabras”.

Ana, también enfermera, lanzaba un duro mensaje final: “Hemos aprendido a trabajar tragándonos las lágrimas, con un nudo en la garganta y el corazón encogido de tanta impotencia”.

La OMS se plantea como reto de cara al futuro, la gestión de la soledad no deseada que supone uno de los mayores riesgos para la salud, con una población cada vez más envejecida y con mayor esperanza de vida.