Llevamos más de un año de pandemia y en todo este tiempo, nuestras prioridades han cambiado de arriba abajo. A finales de 2019, la emergencia climática era uno de los temas centrales en la agenda social, poniendo el foco en la necesidad de aplicar cambios urgentes en nuestros modos de proceder y en la relación de explotación que mantenemos con el que es nuestro único hogar: nuestro planeta.
Pero llegó el coronavirus y todo se dio la vuelta. En lugar de intentar reducir residuos, estos se han incrementado con el uso de mascarillas desechables, con la vuelta a la compra de productos con envoltorios plásticos, con el uso del transporte privado… Todo esto no ha hecho más que sumar agravantes al problema.
Desde nuestro limitado margen de acción, todos podemos hacer pequeños (o grandes) gestos para intentar parar o reducir nuestro daño al planeta. Si investigamos un poco encontraremos ideas que cambien nuestros hábitos, y que no tienen por qué suponer un giro radical en nuestras vidas. Es cuestión de motivación.
Sin embargo, esos pequeños gestos, aunque suman, no serán suficientes sin un plan global que encamine todas nuestras acciones hacia un nuevo modo de vida. Existen muchos movimientos sociales que intentan movilizar conciencias y poner el foco en la importancia vital que tienen nuestras decisiones a la hora de cambiar la situación, pero su margen de acción es escaso. Por eso, era necesaria una ley que regulara todas las acciones en pos de una mejora climática.
El caso es que España ha aprobado (con los votos en contra de Vox) su primera Ley Climática, pero parece ser que no ha convencido a muchos expertos. Tener una ley es mejor que nada, desde luego, pero si, a estas alturas, no tenemos una normativa ambiciosa, será como no haber avanzado. Según la ciencia, el punto de no retorno en cuanto al cambio climático está cada vez más cerca, a solo unos cuantos años vista. Si en este tiempo no se toman decisiones valientes, probablemente lleguemos tarde a todo. Así que en mano de todos está tomar cartas en el asunto y adaptar nuestra vida a un modelo más respetuoso con el planeta, pero también exigir a nuestros gobernantes que se pongan al frente de esta batalla para que la vida se siga pareciendo a aquello que teníamos hace algunos años, pero que parece que se perderá para siempre. Tenemos que hacerlo entre todos. Es realmente urgente.