A este grito cientos de reuniones de inconscientes, drogados y beodos, sin mascarilla y con roce incluido, se han manifestado (que yo lo he visto en la tele) con el inconsciente -supongo- propósito de asesinarnos a los Mayores. Defiendo su derecho al suicidio, pero rechazo con todas mis fuerzas la tentativa de asesinato. Si estos niñatos y no tan niñatos creen tener derecho a contagiarse del maldito virus que lo hagan, pero es inadmisible que lleven a sus casas -donde los Mayores les acogemos- la mortal enfermedad. La solución es fácil, cerremos la puerta, cambiemos la cerradura, dejémosles disfrutar en la calle de su posible covid. Ni multas, ni detenciones provisionales. Como dice alguien con criterio: llevémosles a la UCI de los hospitales para que vean lo que contribuyen a propagar. Propagan la muerte, que no la suya sólo. Con un vergonzoso grito de “Viva la pandemia” recuerdan otro grito tan denostado como “Viva la muerte”.
Estos son los padres de los que contagian por su imprudente actuación a quienes respetan las normas de supervivencia
Pero no son ellos los únicos responsables. Son sus mentores, sus padres, cómplices directos de la fechoría con posible resultado de muerte. Dice la estadística que el 79% de los fallecidos en la primera ola fuimos los Mayores. Muchos de nosotros contagiados por los malditos inconscientes a los que en su día les regalamos la vida. Como hablo de una franja de edad que respecto a nosotros los Mayores, corresponde a los nietos, el regalo de vida se los dimos a sus padres. Y a ellos me refiero cuando hablo de responsabilidad. En la Rusia Soviética, en los portales de las casas se mostraban fotografías de hombres y mujeres con una leyenda al pie. Pedí la traducción y me la dieron: ”Son los padres de los menores que han sacado peores notas en el Colegio este mes”. Eso deberíamos comunicar ahora a la Sociedad: ”Estos son los padres de los que contagian por su imprudente actuación a quienes respetan las normas de supervivencia". Estoy seguro que la eficacia sería grande.
Afortunadamente, la denuncia que hago, no es generalizada. Pero sí es significativa. Busquemos la vacuna. Creamos en su eficacia, tratemos de convivir con la pandemia, pongamos todos los medios para no morir. Solo así conseguiremos salir de esta pesadilla mortal que ya casi lleva un año de existencia. Mano dura con los que, vaso en mano, botellón en ristre, raya en olfato, tratan (repito a veces de forma inconsciente) de contagiarnos y matarnos. Llamo a rebato ante el ataque, a todos los que formamos grupos de riesgo para ser afectados por el bicho. El mortal bicho que, Dios lo quiera, desaparezca del todo. Entonces y solo entonces me encogeré de hombros ante el botellón pernicioso. Más bien mortal, ahora.
Gritemos ”¡Viva la Vida!” a todo pulmón. Hagamos piña frente a la agresión flagrante que sufrimos. Tenemos una Vida por delante.