A un paso de embarcarme en un vuelo de, aproximadamente, 13 horas, presentí que los kilómetros que me separarían de mi Madrid natal no me iban a hacer echar de menos la tierra que me cobija, especialmente, en un momento tan importante para la comunidad china. El Año Nuevo Chino, popularmente conocido como ‘la Fiesta de la Primavera’, es una tradición milenaria que me situaba en la ciudad más grande del país justo en el momento preciso, a 25 de enero. De esta forma, ingresaba en el año 4718. Sea como fuere y a pesar de los quebraderos de cabeza que el viaje le propició a mi santa madre, me disponía a celebrar la bienvenida al Año Nuevo Chino como una local más.
La leyenda cuenta que el año nuevo chino empezó tras el punto y final de la batalla que libró el pueblo contra una bestia mística llamada Nian, que significa, precisamente, año. La criatura comparte semejanzas con un buey con cabeza de león y aparece en Nochevieja, atacando a personas y animales; sin embargo, como toda fiera, tiene un talón de Aquiles: le teme al color rojo, al fuego y a los ruidos.
En consecuencia, las calles de la ciudad se tiñen del color de la buena suerte, los fuegos artificiales decoran el cielo y el ruido de los petardos se convierte en la banda sonora de la festividad. La explosión de luces, colores y sonido es tal que, irremediablemente, muestra la alegría, ilusión y esperanza con la que los chinos encaran una nueva etapa.
Las calles se tiñen del color de la buena suerte, los fuegos artificiales decoran el cielo y el ruido de los petardos se convierte en la banda sonora de la festividad
El inicio de cada década es un presagio positivo para los signos chinos, además, se inicia la nueva rueda china, es decir, el año de la rata marca el inicio de nuevas energías y deja atrás una época de vibraciones negativas. Cada cambio de año existe una rueda de energía que se reactiva. Este al que damos la bienvenida, ataviada con un inconfundible ‘rouge Chanel’ en los labios para mimetizarme con el ambiente, resulta una oportunidad única para activar las dos energías -la física y mental- que componen al ser humano con el firme propósito de lograr nuestros más hondos objetivos y anhelos. El año de la rata arranca este 25 de enero cargado, según los propios locales, de positivismo, equilibrio y cambios radicales.
Ha sido concretamente en el aeropuerto de Pudong, buscando mi puerta de embarque, cuando he comprendido que la filosofía china había calado en mí. Dejando atrás un viejo año reflexioné y entendí que allí donde se juntan cuerpo y mente; alma y espíritu, es donde debía regresar. Vencer el choque cultural merece la pena hasta límites insospechados; el aprendizaje me acompañará de por vida. Realmente volví enamorada, Shanghái tiene tanto que ofrecer que aún me siento abrumada.