El PP está haciendo un daño irreparable a la libertad de expresión. Ciñéndome a aquello que democráticamente me compete, llevo tiempo viviendo en primera persona cómo la estrategia demagógica seguida por el alcalde de Madrid o la presidenta de la Comunidad se traduce en un uso despreciable de las redes sociales... (aquí los puntos suspensivos me han salido solos, porque no sé cuál es el credo de Almeida y Ayuso más allá de que “los nuestros hagan negocio” y de que los siglos musulmanes en nuestra historia fueron muy malos).
Lamento defraudar a muchos, pero no soy de las que piensan que por el hecho de dedicarme a la política tengo que soportar la histeria y la rabia de admiradores y detractores. Soy concejala, no estrella pop. La libertad de expresión es algo sumamente valioso. No se puede frivolizar tanto con ella. Utilizarla para insultar, amenazar y denigrar a los otros me parece, de un lado, infantil, y de otro, inaceptable. Sí, inaceptable, porque la libertad de expresión tiene límites, y no me refiero a la posibilidad, que me ofrecen las empresas privadas dueñas de las redes sociales, de bloquear a los rottweilers que ladran en mis perfiles; sino que nuestra Constitución lo dice muy claro en su artículo 20.4. No todo vale.
Quien me conoce sabe de sobra que cuando recibo una crítica, por muy ácida que esta sea, la escucho y leo con atención. De hecho, es algo que me gusta, sobre todo por la posibilidad de demostrarle a esa persona que su vehemencia expositiva no vence a la coherencia de mis ideas. Y ojo, no siempre gano. Esos revolcones me ayudan a mejorar. Ahora bien, no es lo mismo la acidez en las formas que la acidez como compuesto químico que solo busca destrozar. ¿Ven por dónde quiero ir?
La libertad de expresión es algo sumamente valioso. No se puede frivolizar tanto con ella. Utilizarla para insultar, amenazar y denigrar a los otros me parece, de un lado, infantil, y de otro, inaceptable
No tengo la piel tan fina, pero deberíamos decir basta a la normalización del exabrupto, de la ofensa, de la injuria. Para ello, los responsables políticos tendríamos que dar ejemplo, ¿no? Debatir es necesario, contrastar proyectos resulta enriquecedor. La política funciona con esos tira y afloja de planteamientos contrapuestos. Lo que no resulta aceptable es abrazarse a la posverdad trumpista y despreciar los hechos objetivos y tratar a la gente como idiotas, porque luego los idiotas -¡claro que hay idiotas!-, se vienen arriba y enfangan la transparencia de la disputa política.
Hay comentarios que sólo buscan su espacio, su minuto de gloria. Nada más, pero hay otros que dejan claro que acabarían contigo si pudiesen. El PP de Madrid está jugando con fuego, pues sus dirigentes se comportan como los amos orgullosos de esas bestias peligrosas que sacan por la calle sin bozal haciendo que los demás se crucen de acera por miedo. Están tomando un camino peligroso para ellos mismos y para los demás. Y todo por intentar que un escándalo como el de las mascarillas no les manche sus inmaculadas y perfectamente planchadas camisas caras, hechas a medida.
Mar Espinar. Portavoz del grupo municipal socialista en el ayuntamiento de Madrid
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