Ana Talavera Sáez, enfermera en Clínica Universitaria de la Universidad Rey Juan Carlos.- Los productos alimenticios sin lactosa están de moda. Cada vez son más los anuncios que publicitan este tipo de alimentos, transmitiendo la idea de que son más sanos y pueden sentarnos mucho mejor que los alimentos tradicionales pero, ¿es eso cierto? ¿Es necesario que me apunte a lo que parece una nueva cultura dietética? La respuesta es no, no si no tengo ninguna patología digestiva diagnosticada y conocida.
La lactosa es el azúcar de la leche, está compuesto por una molécula de glucosa y otra de galactosa. La lactosa es procesada por nuestro cuerpo gracias a la lactasa, una enzima que hace que esas dos moléculas se separen y podamos aprovecharlas energéticamente.
Algunas personas pueden tener un déficit de esa enzima, de lactasa, y esto hace que no puedan digerir bien la leche, apareciendo síntomas de mala digestión: dolor de estómago, hinchazón, diarreas, gases… Este problema se diagnostica por los profesionales de la salud, y se etiqueta a la persona como “intolerante a la lactosa” –y no como alérgico a la leche, siendo procesos diferentes-. El manejo terapéutico consiste en eliminar aquello que no toleran de su dieta, la lactosa, por lo que necesitan productos especiales.
Curiosamente, los alimentos sin lactosa llevan lactosa, lo que les difiere del resto es que se les añade esa enzima de la que carecen los intolerantes, la lactasa. Consumir estos alimentos sin haber sido diagnosticados como “intolerantes a la lactosa” puede hacer que nuestro organismo se vuelva vago y termine por no producir la lactasa, convirtiéndonos en verdaderos intolerantes. Por tanto, intentemos huir de las modas dietéticas que carecen de sentido para nuestra salud.