Si te gusta el arte y te apetece conocer más de cerca la obra del afamado artista japonés Mitsuo Miura, no debes perderte su próxima exposición en el Museo CA2M, comisariada por Tania Pardo y que se podrá visitar del 15 de septiembre al 8 de enero. Esta muestra, titulada 'Casi 400 m² para dos paisajes', en alusión a la suma de la superficie de las salas donde se desarrolla esta muestra -concebida específicamente para el Museo CA2M-, se articula en torno a dos grandes instalaciones que muestran las principales características de su trabajo: formas geométricas y la defensa de la esencialidad de formas reconvertidas en colores de una gran vitalidad, donde el espacio expositivo se convierte en un lugar de tránsito para el espectador.
En la primera de ellas, titulada Show Window, el artista descompone la mirada urbana en alusión a la atracción que provocan los escaparates de cualquier ciudad, al consumismo rápido y al gesto sencillo de asomarse a observarlos, así como a la seducción que provocan las luces y los anuncios de las vallas publicitarias, pero alejado de tonalidades estridentes y de la agresividad visual que, aparentemente, esconden las metrópolis. En sus paredes se intuye la descomposición de una tipografía como guiño a los reclamos callejeros. Compuesta por distintos lienzos, piezas de suelo, luces de neón e intervención mural, la depuración formal en Show Window nos traslada a una personal reinterpretación del mundo pop. La segunda, titulada Memorias imaginadas, en la que vuelve a hacer uso de las cintas de colores, invita al desplazamiento, a la vez que se activa la percepción visual y sensorial y rememora aquellas columnas transparentes que presentó en el Palacio de Cristal del Museo Centro de Arte Reina Sofía en 2013, donde se evidencia la ligereza y la potencialidad del material y el color.
En 'Casi 400 m² para dos paisajes' nos traslada, por un lado, a la mirada de la calle, lo de fuera, el exterior, y por otro, a lo más introspectivo e íntimo de su obra, porque además de las columnas, se muestra una selección de sus archivos de imágenes, que le sirven para ordenar sus trabajos, catalogados desde los años sesenta hasta principios de los noventa. Esta propuesta, por tanto, incide en la contraposición del ruido de ciudad y el sobre estímulo visual de nuestra contemporaneidad, con la creación de una atmósfera que responde a la abstracción más silenciosa e intimista.
Además de estas dos grandes instalaciones, se presenta por primera vez una selección de las maquetas realizadas por el artista que, a lo largo de su trayectoria, le han servido para plantear espacialmente diferentes proyectos a lo largo de los años. El aprecio por lo menor, la rutina diaria o la belleza de la simplificación son algunos de los conceptos intangibles que viene desarrollando este artista, mediante un alegre despliegue de gestos mínimos. En su obra no hay lugar para la grandilocuencia, ni para las narraciones cerradas, sino espacio para el sosiego porque, a pesar de que se instaló en España con apenas veinte años, su obra transmite una intensa emoción y delicadeza a la manera del arte oriental.
El entramado plástico sobre el que este artista ha desarrollado su obra es el resultado de la depuración formal reconvertida en geometría. Círculos, líneas o cuadrados que se corresponden con una simplificación de elementos extraídos de los distintos tipos de paisaje, tanto el natural –agua, tierra o luz- como el urbano, representado en formas de enérgicos colores como resultado de los estímulos de la ciudad. “Sus trabajos –apunta el crítico y comisario Armando Montesinos- reclaman del espectador algo tan sencillo y complejo como aquello que originan: el placer de la contemplación. Esa contemplación que dota a la mirada de Mitsuo Miura de una increíble profundidad, que le permite presentar con claridad lo que nunca se percibe como evidente”.
Para Miura el entorno es el horizonte sobre el que ha centrado casi toda su producción plástica, repleta de gestos menores y de evidencias minúsculas, relacionado con su propia cotidianidad y su forma de ser y estar en el mundo. Recorrer su obra, a lo largo de cincuenta años de trayectoria, supone pasear lentamente por una vida artística que podría vincularse a lugares geográficos concretos: Japón, Cuenca, Bustarviejo, Playa de los Genoveses y Madrid, relacionados con sus trabajos y con todo tipo de técnicas: fotografía, escultura, pintura, dibujo, grabado e instalación.
Sus trabajos reclaman del espectador algo tan sencillo y complejo como aquello que originan: el placer de la contemplación
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Mitsuo Miura llegó a Barcelona, procedente de Japón, en 1966, con una maleta en cada mano y sin apenas hablar español. Con su tempo oriental se sentó en un banco de la plaza de Cataluña a mirar atento el ritmo de aquella ciudad con mar. Desde entonces, el joven artista japonés no dejaría de observar cada uno de los paisajes que han acompañado su experiencia vital. De ahí que sus exposiciones se puedan interpretar como invitaciones a la contemplación y al desplazamiento, casi siempre, relacionadas con el bienestar, la memoria y el placer.
Tras diferentes estancias en Barcelona, Madrid y Cuenca -donde se introduce en los círculos artísticos entorno al Museo de Arte Abstracto, fundado por Fernando Zóbel, a la vez que estrecha amistad con Nacho Criado, con quien comparte intereses por el arte conceptual-, se instalará en Bustarviejo, coincidiendo con Adolfo Schlosser, entre otros artistas, para desarrollar un trabajo de inserción en la naturaleza y el uso de materiales pobres. Con el paso de los años, su obra se despoja de toda figuración para centrarse en la abstracción y el color; el resultado serán propuestas de extrema sencillez y de absoluto rechazo por el artificio, que condensan la experiencia de la mirada introspectiva.
Sin duda, Miura es una de las figuras más originales del panorama artístico de nuestro país, y no solamente por su faceta plástica, sino también por su experiencia docente, como profesor particular de arte primero, y posteriormente en la Facultad de Bellas Artes de la UCM y de la Universidad Europea de Madrid, así como por la apertura, junto a Arturo Rodríguez, de la Galería & Ediciones Ginkgo en 1989 - centrada al inicio en la obra gráfica y el múltiple -. Todo ello ha posibilitado a Mitsuo Miura el continuo contacto con ambientes y artistas de distintas generaciones, convirtiéndose para muchos de ellos en referente indiscutible o, como ha sido denominado en más de una ocasión, un maestro de la experiencia de la vida.