Soy una pluriempleada de la vida. Bueno, como la mayoría de las madres y muchos padres (pero sobre todo las madres, no lo neguemos). Por la mañana soy limpiadora, hago camas, preparo desayunos y meto prisa como nadie; luego me convierto en taxista; después me toca mi momento periodista; y vuelta al taxi: cole, extraescolares, cumpleaños, médicos y demás mandangas; de nuevo en casa, profesora particular, cocinera, bañadora y cuentacuentos; durante la noche, a veces médico y a veces consoladora. Y esto es un día normalito en la vida de una madre.
A veces me pregunto si la lucha por la igualdad no nos salió por la culata. En muchos aspectos hemos ganado derechos, por supuesto, y sobre todo nos sentimos y nos valoramos más, pero a costa de quedarnos sin horas y gastarnos la vida. Cuando mi madre solo trabajaba, nos dejaba en el cole y se iba a tomar café, luego, al recogernos, tenía toda la paciencia que a mi me falta por las tardes para lidiar con nosotros.
Ahora trabajamos "fuera de casa" (como decía una amiga mía que se incorporó al mercado laboral después de haber criado a sus hijos), pero sin dejar de hacerlo dentro, y es absolutamente agotador, física y mentalmente, porque estás permanentemente con tareas pendientes en la cabeza. Los días de rutina son una maravilla, pero cuantos más hijos y/o un trabajo más interesante tienes, más movimientos hay, y entonces empiezan los tetris mentales.
¿Qué son los tetris? Ese momento en que intentas encajar todo metiendo una pieza rara: En vez de llevar a Elia al cole a las 9, la llevo a las 9:30, después de renovar el DNI, pues tengo que encajar a Yago con la vecina para que él sí que pueda ir a las 9. Si Olivia está mala y no ha ido al colegio tengo que organizarme yo para poder teletrabajar o volver lo antes posible por si me necesita en casa. Si Yago tiene un cumpleaños esta tarde dejo a Olivia en fútbol más pronto y que Elia haga los deberes en el coche. Vamos, un no parar de pensar y, en muchas ocasiones, de pedir favores.
Las madres no estamos OFF nunca. No voy a negar que, a veces, somos nosotras mismas las que no somos capaces de soltar lastre, y que es nuestra propia mente la que no nos deja desconectar: a la rutina diaria se unen las citas médicas, las gestiones, los cumpleaños, los disfraces... un montón de obligaciones que nos hacen tener la mente permanentemente conectada a nuestros hijos.
A veces me pregunto si la lucha por la igualdad no nos salió por la culata
Cuando escucho informes como el que ha sacado esta semana UGT, en el que se habla de la brecha salarial, me doy cuenta de lo lejos que estamos de la igualdad real. No solo es lo que se ve, no solo son los salarios, no hay igualdad en "desgaste".
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Pero claro, es que las mujeres no podemos asumir un trabajo de 8 horas sin flexibilidad. Nos tenemos que ir adaptando, con reducciones de jornada, con la buena voluntad de los jefes o con despidos tras las bajas de maternidad de las que nos cuesta mucho volver al mercado laboral. Adaptar una vida a dos realidades es muy complicado, ser madre y trabajadora es renunciar al ocio, al descanso y a muchas más cosas.
Si es verdad que el trabajo está en vías de desaparición, igual tendríamos que mirárnoslo para poder repartirlo. La idea de trabajar 4 días o 35 horas es bastante utópica, porque nos podría dejar un poco de tiempo para dedicárnoslo o para estar un poco menos desbordadas, pero tampoco es justo que este tiempo lo tengan que asumir los empresarios. No me van a pagar a mi igual si tienen que contratar a otra persona para que haga el trabajo que a mi no me da tiempo. Pero si me pagan menos igual no me da para pagar yo la hipoteca...
Al final no voy a decir que no compensa, porque la satisfacción de ser madre es incomparable, y no renunciar a tu profesión es imprescindible y una inversión de futuro, porque los hijos crecen y ¿dónde vas con 50 años y más de 15 sin cotizar? Mientras tanto, tocan tetris y pluriempleo.