Pocas veces he visto tan criminalizado algo que ni siquiera ha tenido lugar aún. El año pasado, como muchos otros, estuvimos en el punto de mira: manifestación antes de la pandemia, lo que nos faltaba para la cuadratura del círculo. Si la marcha del 8M siempre ha estado mal vista, los reproches que le cayeron el año pasado superaron lo impredecible. Como si ese fin de semana no hubiera habido partidos de fútbol con gradas llenas, o mítines de partidos políticos con líderes contagiados, o conciertos, o gente comprando en las calles y tiendas.
Como si después, durante el año de pandemia que nos ha tocado vivir, nadie, nunca jamás, hubiera salido a la calle a manifestarse: Cayetanos, los de la educación concertada, policías, defensores de la sanidad pública, o, como no, los negacionistas. Sobre sus espaldas habrá caído algún que otro comentario, probablemente a posteriori, pero dudo sobre la cantidad de culpabilidad que han podido llegar a sentir sus variados participantes, esa que pretenden hacer caer sobre nuestras espaldas.
Sin embargo, este año el “mejor quédate en casa” o el “no me representa” están en boca de muchas mujeres que, aunque dudo que otros años hayan participado del movimiento, ponen una vez más el grito en el cielo. Por supuesto que nadie puede estar obligado a manifestarse o verse representado por este u otro movimiento, pero el hecho de que las propias mujeres renieguen de “ese feminismo”, a mí, personalmente, me molesta soberanamente. Ni Irene Montero es la máxima representante del feminismo en este país, ni creo que lo quiera ser. Porque precisamente no hay un feminismo, sino que éste puede ser diferente en cada caso. Pero diferente no quiere decir discriminatorio, ni tú eres menos que yo, ni yo más que tú.
Porque creo que hay cuestiones en las que todas las mujeres nos podemos ver reflejadas. Afortunada la que no ha tenido miedo al llegar sola a casa de noche, la que no ha recibido algún comentario machista a lo largo de su vida, la que no ha escuchado “mujer tenías que ser”, la que no ha visto penalizada su trayectoria laboral por el hecho de ser madre. Espero y deseo que cada vez haya menos mujeres con estos perfiles, pero me temo que para eso queda aún mucho trayecto, y es precisamente el trabajo de muchas mujeres el que hace que en este camino haya menos piedras. Y lo que menos falta hace es el palo en la rueda que muchas otras mujeres ponen en ese laborioso proyecto.
Salir a la calle a reivindicar esto, este año, es igual o más necesario que nunca. Pero, como en botica, habrá de todo: las que quieran ir pero no puedan, las que no quieran, las que no irían nunca, las que ahora prefieren no ir. Ni unas ni otras son (somos) peores ni mejores que las demás. Pero las que sí van a ir, con la responsabilidad que este año conlleva de más, no son las culpables de todo, ni de nada. No quieras hacer que se sientan así.