Hay fotos que hacen volar mi imaginación. Cuando veo a dos personas hablando en una instantánea no puedo evitarlo, me invento toda una conversación que, tal vez, no vaya muy desencaminada con lo que dijeron de verdad.
Me ha pasado esta semana con las imágenes que mandaron de la inauguración de la exposición sobre Picasso. Ver a la Reina y a la presidenta, claramente serias y hablando bajito, no dejaba duda de que no era la obra del malagueño el objeto de sus palabras.
Me monté todo un diálogo en la cabeza. Sí, la cabeza que esta semana tengo revolucionada por la plaga que ha traído el peque a casa. En realidad, no creo que Doña Letizia se enfrente a estos problemas hoy (seguramente nunca lo haya hecho), pero tenía que humanizarla un poco y me llevé por ahí su conversación.
El moño de Ayuso me hizo seguir en la misma línea. Un cambio de look bastante radical para una presidenta a la que siempre vemos con sus rizos, después de haberme lavado yo la cabeza 4 veces para terminar de quitarme el aceite del tratamiento, me animó a seguir con el debate piojil.
Pero era inevitable, los rictus, el momento, la situación de España y la inminente investidura me llevaron al Congreso de los Diputados. Sé que los bedeles cuentan con unos aspiradores potentísimos y que no miramos en gastos para que la Casa de la Democracia esté limpia y en perfecto estado de revista, pero ahí hay mucha gente, de todo tipo, y algún insecto se puede colar entre los tapices.
He de reconocer que esta semana los piojos de mis hijos se han llevado una atención mucho más importante que la investidura de Sánchez. Con él no he soñado, con los picores de cabeza sí. Y es que, cuando hay algo que no nos va bien, todo lo demás nos deja de importar.
De momento, aunque lo pasemos un poco mal porque nos sube la inflación, porque los sueldos no llegan para hacer ningún exceso, la mayoría tenemos las necesidades cubiertas y nos enfadamos por la Amnistía, pero no nos sublevamos de verdad.
Cuando nos toquen de verdad el bolsillo, cuando las regiones que menos tienen (y Madrid) tengan que pagarle el pato a las que más y veamos que, encima, se ríen en nuestra cara, tal vez entonces la montemos de verdad.
O tal vez sigamos tragando, porque si los niños tienen piojos, me quedaré en casa y no iré a la manifestación, que les tengo que hacer el tratamiento.
Cuando hay algo que no nos va bien, todo lo demás nos deja de importar
###92933##