Quizás sea por desconocimiento de las estructuras mastodónticas y lejanas de la Unión Europea, quizás por el hartazgo de tantos procesos electorales; o el distanciamiento hacía la clase política, pero tradicionalmente las elecciones europeas en España no suelen levantar gran expectación. Pareciera que estamos ante unos comicios de tercera categoría, pero no exagero al decir que probablemente estamos ante la cita electoral más importante de los últimos años.
España entró con entusiasmo al club europeo que significaba deja atrás y para siempre el tenebroso pasado dictatorial que nos mantuvo al margen del mundo durante muchos años. Nuestra entrada a la entonces Europa de los 12 fue como si abriéramos de par en par las ventanas de nuestro país y el aire fresco entró a borbotones. Nuestra presentación al mundo fue, sin duda, el año 92 con aquellas inolvidables citas mundiales de los Juegos Olímpicos de Barcelona, la Exposición Universal de Sevilla o la capitalidad cultural de Madrid. Ya éramos europeos y estábamos orgullosos de ello.
Han pasado los años, ha crecido el proyecto europeo y también, más deprisa de lo que nadie predijo, han vuelto los partidos antisistema que ven en el proyecto europeo una suerte de confabulación internacional. Estos partidos, que en cada país se desarrollan de una manera particular, pueden convertirse a partir del 9 de junio en decisivos en el futuro de Europa. Y quieren elegir desandar el camino para volver al punto de partida, al de un continente separado y ¿enfrentado?
En España, Vox encarna ese antieuropeísmo, hasta tal punto que su líder, Santiago Abascal, recupera frases del régimen franquista para atacar a instituciones como la ONU que se crearon precisamente para huir de un pasado bélico y gris en nuestra vieja Europa y en el mundo.
Por eso es importante que el electorado reaccione y que apueste verdaderamente por la Europa que nos ha traído hasta aquí, esa que nos permite enfrentarnos a los desafíos que nos esperan en los próximos años.
Hay que apostar por partidos que en su programa lleven en un lugar preeminente la agenda 2030, el medioambiente, el crecimiento sostenible, la digitalización, la inmigración, la justicia social, la defensa del estado del bienestar... No dejemos de lucir con orgullo la bandera europea, una bandera alejada del patriotismo excluyente.