Las criptomonedas se han erigido como un refugio contra la inflación del dinero convencional y, por qué negarlo, una oportunidad de negocio muy suculenta. En los últimos meses el Bitcoin, Ethereum o Dogecoin han batido récord de cotización, pero también ha experimentado importantes caídas. Su volatilidad las convierte en una inversión arriesgada. Pero, entonces ¿dónde reside el éxito de las criptomonedas?
Las criptomonedas no están respaldadas por entidades financieras ni por los estados. Una ventaja que permite escapar de los controles financieros habituales y que se ajustan a un contexto económico cada vez más globalizado y propio de la era de internet. Pero esa libertad, a los estados, parece no terminar de convencerles. Ven en ellas un riesgo. No deja de ser dinero que escapa a su control. En este sentido, el último paso lo ha dado China. El gigante asiático se opone a la utilización de las criptomonedas y respalda la estrategia de los bancos centrales ante el temor de la inestabilidad financiera. Este movimiento ha supuesto que las criptodivisas se hayan desplomado en un 50%. ¿Podemos decir entonces que las criptodivisas tienen futuro? Rotundamente sí.
Las criptomonedas se ajustan a la nueva realidad. Una realidad en la que queda patente que el papel que representan los estados está en crisis porque su concepción no se ajusta a la era de internet. Un nuevo mundo en el que las fronteras y los límites geopolíticos se desdibujan.