Mientras que las siete colinas de Roma y los 1.400 millones de católicos del mundo lloran la muerte del papa Francisco, las redes sociales se han llenado estos últimos días de los mensajes que nos dejó el santo padre durante sus doce años al frente de la Iglesia Católica.
Desde su elección en el cónclave de la Capilla Sixtina, Jorge Bergoglio decidió que pasaría su papado cerca de lo que él llamaba las ‘periferias’, ese ‘barrio’ en el que viven los desheredados de la tierra, los que sufren, los desfavorecidos… en definitiva, los que menos tienen.
Pero, al mismo tiempo, lanzó contundentes mensajes a los que vivimos en el lado bonito de la tierra.
A los jóvenes desencantados con el presente y desconectados de un futuro que sienten que no les pertenece les recomendó que sueñen “uno a veces sueña cosas que nunca van a suceder… pero, soñarlas, desearlas… soñar que el mundo con vos puede ser distinto”.
A los que echan la culpa de todos nuestros males a los inmigrantes, también les dejó un mensaje “no tengas miedo a los migrantes… inmigrantes somos todos, Jesús era un migrante”. Ojalá asimilen este mensaje aquellos que los domingos van a misa, se confiesan y piden perdón por todos los pecados que cometen durante el resto de la semana.
El papa recordó que los migrantes no son delincuentes “la mafia no fue inventada por los nigerianos. Los migrantes nos traen riquezas, nos traen cultura… Europa está hecha por migrantes”.
En este asunto, Francisco también se dirigió a los que lucen con orgullo camisetas con lemas repugnantes como el de Menas en Madrid, a su país y les dijo que “cuidado con hacer una cultura de muros, con levantar paredes en el corazón y en la tierra porque el que construye esos muros terminará siendo un esclavo dentro de las paredes que construyó”.
También nos dejó mensajes a los periodistas y nos habló de los cuatro pecados del periodismo: “Primero, la desinformación. Decir lo que me conviene y callar lo otro. Segundo, la calumnia. Inventar cosas, lo que a veces destruye a una persona. Tercero, la difamación. Una persona que en otra época pensó de esta manera, su pensamiento cambió y ahora le traen lo que ya cambió. Y el cuarto pecado es la coprofilia, es decir, el amor a la caca, a la porquería, buscar ensuciar, buscar el escándalo por el escándalo”.
Sabía el papa Francisco que vivimos en el mundo de las fake news, de la manipulación de las masas a través de la desinformación y que todo ello supone un peligro para las democracias occidentales y para la humanidad. Y dejó entrever que los que nos dedicamos a la información tenemos el deber y la responsabilidad de retomar el camino correcto y defender la ética periodística que se desvaneció en el mar de las redes sociales donde las olas de la mentira amenazan con hacer naufragar nuestro barco. Se trata de una tarea difícil en un mundo liderado por el capitalismo voraz, donde las cuentas de resultados reinan sobre todo lo demás.
Por todos estos mensajes, el papa Francisco fue atacado por los que ostentan el poder o aspiran a ostentarlo. Le dijeron de todo, incluso que era el “representante del maligno en la tierra” y cuando uno oye las barbaridades que le dijeron tengo la sospecha que si apareciera otro ‘hijo de Dios’ volveríamos a crucificarlo.
El papa dejó muchas tareas pendientes, muchas injusticias sin respuesta ya que ni el mismísimo representante de Dios en la tierra tiene tanto poder como para acabar con los males del mundo en una década. De lo que suceda en las próximas semanas en el cónclave que elegirá al sucesor de Francisco, dependerá que la Iglesia siga el camino iniciado o cambie de rumbo y deshaga lo ya andado.
Mientras tanto, intentaremos no caer en los pecados de los que nos advirtió el bueno de Francisco, no solo en el ejercicio de nuestra labor profesional sino en el resto de facetas de nuestra vida diaria.