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Culmina el Mutua Madrid Open, dos nuevos ganadores se alzan entre la raquetas del panorama y no, no vimos resurgir a Rafa Nadal. Muchos decían que era su redención, su oportunidad de conseguir retomar su nivel; pero todos sabíamos que era difícil. Y sonó, claro que sonó. Tras su eliminación, retumbó por las paredes de la caja mágica el eco de la retirada. ¿Qué fácil invitamos a irse a los deportistas de élite? ¿Qué fácil se ve desde el sofá de casa? Ahí llegamos todos a los rebotes.
¿Por qué digo esto? Porque se nos llena la boca con reproches y salidas por la puerta de atrás, mientras se nos olvidan el nivel que alcanzó el tenis gracias al mallorquín y la preparación mental que requiere el retirarse. Muchas veces hablamos del trabajo psicológico que conlleva la derrota, el no cumplir objetivos; pero ¿ver que no llegas, que cada vez bajas más posiciones, que vienen los nuevos y te adelantan por cualquier lado?
Una retirada no es algo que se haga de la noche a la mañana. Lleva tiempo y preparación, porque se nos vuelve a olvidar que los deportistas de élite son personas. Y si, aún colmados de lujo tienen sueños que ven frustrarse. No tenemos porque esconder a esos deportistas que ya van pintando canas debajo de la alfombra, dejémosles su espacio para dar un paso al lado igual que hacemos con aquellos que recién saltan a la arena batida. No seáis desagradecidos. Nadal nos elevó, fijó el nivel del tenis mundial. Veremos quién consigue llegar a la cima, por ahora el listón está muy alto.
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