Cuánto me alegra cuando los premios me acercan a autores que no conozco. A veces me siento culpable de no hacerlo. Es el caso de el premiado del Cervantes de este año. Luis Mateo Díez me ha parecido un hombre humilde, cercano, con sentido del humor y tremendamente inteligente.
Ya en el fallo del jurado se habla de él como "escritor frente a toda adversidad", algo que, a todos los que nos gusta juntar letras nos supone una fuente de inspiración, porque sabemos que lo normal es la adversidad a la hora de ponerse a escribir.
Si algo me llama la atención de una forma más poderosa que todo lo demás es el sentido del humor, algo que Mateo demuestra en todas las entrevistas e intervenciones que hemos podido escuchar estos días y que se traslada a su obra, en la que relativiza lo que sucede.
La humildad que ha demostrado al reconocer que el premio es de sus lectores me parece un aliciente más a la hora de elegirlo como autor de cabecera.
Tengo que reconocer mi ignorancia. No lo conocía. Luis Mateo Díez no se leía en el colegio y nunca me lo había recomendado mi librero. Pero juro que que lo voy a remediar, ya tengo en mi mesilla los medios para poner remedio a mi ineptitud.
Juventud de Cristal, Los ancianos siderales, La gloria de los niños; La piedra en el corazón o Fantasmas de invierno son las novelas con las que me voy a adentrar en la obra de Mateo, sin dejar de lado la autobiografía Azul Serenidad o la Muerte de los Seres Queridos.
El flamante premio Cervantes irá a recoger el galardón a mi ciudad, Alcalá de Henares, de mano de los Reyes, el próximo 23 de abril, en una ceremonia en la que el protocolo se une con la normalidad de estos autores, mucho más importantes que aquellos que son mucho más famosos.
En la ceremonia se unen los reyes, el ministro de Cultura, la presidenta de la Comunidad de Madrid, la corporación alcalaína, encabezada por su alcaldesa, con una familia, generalmente humilde, normal, con los pies en el suelo y con un buen puñado de periodistas a los que apenas dejan moverse.
Los medios gráficos se quedan esperando en el Patio (el de Santo Tomás de Villanueva) a que entren las autoridades y el premiado, mientras los redactores siguen el acto que se celebrará después en el Paraninfo desde una sala en el propio rectorado. Mientras dura la ceremonia los gráficos esperan en una grada en el patio (ahora el de Filósofos) para hacer todos las mismas fotos a la salida. Es la misma foto porque no hay posibilidad de moverse de la grada. Las del acto también son las mismas para todos, porque en el Paraninfo, "por motivos de aforo", solo entra EFE. Cuando se acaba el tiempo de la foto, "todos para fuera". Las autoridades disfrutan de un cóctel en el que la alcaldesa podrá hablar con el Rey, el concejal de Cultura podrá disfrutar de la charla del premiado y los más avezados podrán pedir cosas para la ciudad.