Con esta frase comienza la Proposición No de Ley (PNL) que el Grupo Parlamentario Socialista ha presentado en el Congreso de los Diputados como reacción a todo lo sucedido en Madrid con el jefe de Gabinete de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Miguel Ángel Rodríguez, y sus ataques con nombres y apellidos a periodistas.
“La libertad de información constituye uno de los pilares centrales sobre los que se fundamenta cualquier Estado que quiera definirse como democrático y de derecho puesto que la libertad de información nació como contrapeso frente a posibles excesos del poder”, dice el texto de los socialistas. Esto no es más que recordar lo que ya consagra la Constitución hace más de 45 años, una Constitución que nuestros políticos no paran de citarla, pisoteándola al mismo tiempo. Y no solo en su artículo 20, sino también en lo referente a la renovación de los órganos constitucionales como el CGPJ.
Los socialistas afean en su texto el comportamiento del PP en las últimas semanas, en las que “asistimos a cómo desde el PP se están practicando una política de señalamiento y acoso hacia determinados periodistas y medios de comunicación”. Un ataque que no remite como hemos visto con el inaudito comportamiento de Alfonso Serrano y cómo ha explicado su encuentro en un bar con la pareja de la presidenta regional en medio de todo el revuelo montado, precisamente, por un supuesto fraude fiscal de este empresario.
También se ocupan desde el PSOE en recordar que la información que damos los periodistas “requiere de la exigencia de una veracidad subjetiva, es decir, que los profesionales de la información hayan actuado con diligencia y hayan procurado contrastar dicha información, en función de las características de la noticia y los medios disponibles”.
Por todo eso, los socialistas piden en el Congreso “una condena rotunda a estos ataques y amenazas que los profesionales y los medios de comunicación están sufriendo en el ejercicio de su profesión”.
Esta Proposición No de Ley es un apoyo que se agradece, sin duda, pero no solucionará nada en el futuro. Los periodistas seguirán siendo atacados, señalados y acusados por unos y otros en función de las crónicas que firmen. Unos te tildan de facha, otros de izquierdista peligroso. Y los más, nos catalogan como creadores de bulos y vendidos al que más nos paga.
Y la realidad es que la profesión periodística vive momentos trágicos, con una precariedad galopante que algunas veces nos hace pensarnos si todo esto merece la pena.
Está muy bien eso de hacernos creer que somos el cuarto poder, los guardianes de la limpieza institucional, vigilantes de la pulcritud política y garantes de la democracia que nos permite vivir en libertad y sin miedo a ningún tirano.
Lo cierto es que sí, los periodistas vivimos al albur de los tiempos de internet, temerosos de ser sustituidos de la noche a la mañana por una Inteligencia Artificial programada para hacer llegar los mensajes de los poderosos, quienes sean éstos, al resto de la ciudadanía.
Ya no somos filtro de nada, somos esclavos del clikbait, del momento viral, de las redes sociales, de la manipulación constante.
Diana de los ataques de unos y de otros, desprovistos de nuestra anhelada imparcialidad, desnudos de credibilidad y sometidos a los tiempos en los que el grito, el insulto o la polémica son lo único que triunfan.
Así que, aunque se agradece el apoyo, sería más conveniente que se pongan a trabajar para que podamos tener una profesión periodística digna, que no tengamos que someternos al imperio de Google, Tik Tok, X o Instagram. Que no tengamos que pasar el aro de los políticos si queremos que nuestras empresas reciban las migajas de la publicidad institucional.
Necesitamos protección, necesitamos certidumbre, necesitamos empresas que compitan en igualdad de condiciones para que puedan tener en sus plantillas a profesionales dedicados a contar historias, a verificar datos, a denunciar al corrupto sea del partido que sea. Mientras que eso no ocurra no habrá libertad prensa y, por tanto, no diré que no tengamos democracia, pero no será plena o al menos, no será todo lo sana que debería ser.