“Recuerdos de Otoño” de la artista Laura Escolar Ortiz es la carta ganadora del certamen de cartas de amor, organizado por la Concejalía de Participación Ciudadana y cuyos objetivos eran fomentar la creación y la difusión literaria de nuestros vecinos y vecinas.
Un certamen que pretendía fomentar la creación y difusión literaria, alentar la creatividad escrita de la población, el fomento de la lectura y la iniciativa en la búsqueda de crear nuevos espacios para la cultura en el ámbito de las letras.
Un certamen que pretendía fomentar la creación y difusión literaria
Hola mi amor.
Aquella tarde clara de otoño me trae bonitos recuerdos.
El canto de los mirlos buscando su comida por el suelo
entre los grandes árboles.
El suave crujir de las hojas secas bajo nuestros pies
mientras caminábamos cogidos de la mano por los
alfombrados paseos del Retiro.
El olor de la tierra húmeda de los parterres mezclado
con el dulce aroma de los barquillos.
Desde la barandilla del lago, observábamos las aguas
doradas por el sol, nos divertía ver cómo eran surcadas
de forma torpe por aquellas perezosas barcas
gobernadas por inexpertos patrones.
Recuerdo también los cálidos tonos del otoño
salpicando de rojos y ocres todo el entorno, invitando a
los artistas a tomar sus paletas para plasmar sobre los
lienzos toda esa explosión de belleza.
Veo también a los patos y a los enormes peces
discutiendo por la propiedad de la comida que
constantemente caía al agua desde la orilla, mientras,
apoyados sobre las barandillas, niños y mayores
observaban con asombro cómo emergían desde el
fondo las enormes cabezotas de las viejas carpas para
dar cuenta de todos esos manjares flotantes, no
mostraban el más mínimo decoro ni guardaban ninguna
regla de urbanidad, hasta su majestad desde su
caballo, subido en ese altísimo pedestal, arrugada el
bigote al ver tan chabacano espectáculo.
Mi amor, pero si recuerdo algo de esa tarde de forma
muy especial, es la manera de moverte en ese bucólico
paisaje, derramando gracia y simpatía en cada paso
que dabas, iluminando con un resplandor casi divino,
aquellos largos y sombríos paseos bajo los enormes
castaños de Indias.
Y sobre todo recuerdo tu mirada, esa mirada
cautivadora que me hacía sentir como aquella suave
brisa que acariciaba el suelo cubierto de hojas secas,
acunandolas con ternura hasta dejarlas dormidas,
dejándolas caer suavemente otra vez sobre el suelo.
Y esas palabras tiernas y cálidas que susurrabas al
oído, yo escuchaba con los ojos cerrados para retener
completamente, todo el amor que transmitían.
Te habías impregnado de esa magia que lo inundaba
todo. Olías a tierra húmeda y a barquillos, el sonido de
tu voz era tan suave y agradable como el de aquellas
hojas secas bajo nuestros pies.
Las carpas subían del fondo del lago solo para ver tu
figura pasar ante ellas, hasta su majestad hizo un gesto
de admiración al advertir tu presencia.
Habías absorbido todos esos tonos otoñales y parecías
una obra maestra creada con los pinceles y la paleta del
mejor pintor.
Recuerdo el momento en el que el Ángel Caído se
retorció sobre su pedestal para poder disfrutar del
mayor espectáculo jamás mostrado ante sus ojos, el
espectáculo maravilloso y sublime que nos regalaba
aquella tarde, las caricias de los últimos rayos de sol
sobre tu cara.
Amor, creo que ese fue el momento exacto en que supe
que ya nunca sería posible amar como te amé esa tarde, esa preciosa tarde de otoño.
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